28 de septiembre de 2013

Las malas compañías


El Rastro, verano del 2013



Antes del amanecer oímos un intempestivo murmullo de voces procedentes del paseo. Allí encontramos a los Ultramarinos a la intemperie, con Gromov a la cabeza, metiendo la garduña entre las primeras cajas. Por la impaciencia del Ruso, en Reto, nos hicieron esperar más de la cuenta. Hasta que no colocaron el último cachivache, allí no se movió nadie. El Polaco, como buen lebrel, se plantó delante de una caja sospechosa y recitó un texto de su primo Pons: "Los tres factores del éxito: las piernas del ciervo, el tiempo de los ociosos y la paciencia del israelita". El Enciclopedista de Sabariego le replicó: "Al final ni pájara ni huevos".
Desfilamos, camino del arrabal, con las manos vacías y la lentitud de los bueyes. En la Escombrera nos encontramos con Bombita  que alegremente nos enseñaba sus trofeos de pesca: La cárcel de San Marcos, León insólito de Cremer y unos libritos sobre directores de cine  leoneses. Estaba pesaroso porque se le había escapado un cartel de cine que le levantó el tío Perruca. Últimamente el maletilla se está especializando en temas leoneses a falta  de  mejor ganadería.
En el suelo, Gromov buceaba con la Caballería roja de Babel y Tinofc remiraba su cartel de la imprenta moderna, sospechando su falsedad, y nos enseñaba la antología Madres e hijas (unos relatos generacionales de escritores de saldo), ya sólo le falta para terminar la colección el título Abuelos y nietos en Anagrama. Larsen se conformó con La banalidad del mal de Arendt.
Después de las fiestas de Camponaraya, la furgodesván volvió a ocupar su sitio en el paseo. Un desmejorado Ultraísta, devoto de Morapio, nos animaba a quedarnos y ver unas novedades de un exquisito bibliófilo de tierras de Campos. Nos enseñó la bolsa para que acabásemos creyéndole. Viendo la oferta de chichinabo de Gromov por una Historia del Anarquismo, el ultraísta se cerró en banda y ya no sacó los libros de la bolsa. A este paso el Ruso tendrá que volver a su época de Cantatas y autismo por  el bien del negocio ultramarino.
Bombita nos hizo una revelación familiar muy singular. Su afición taurina tiene un claro componente genético; su abuelo fue un afamado torero de Bembibre que inventó la autogestión taurina: Él, con sus ahorros, contrataba una plaza y pagaba los morlacos. En Torre se le conocía como Cajetilla. Mientras nos deleitaba con la historia, Spasavic y Tinofc desaparecieron del lugar. 
¡Saltó la liebre! No los veíamos por ningún lado. Después de un buen rato, los encontramos dentro de un maletero huroneando la mercancía de un chamarilero. A Gromov sólo se le veían las zapatillas ya que tenía medio cuerpo dentro, Tinofc le agarraba por la cintura para que no perdiese el equilibrio.  Ferratalla calmaba su mono de bibliómano con Las cenizas de Olga y El otro barrio de Elvira Lindo (creció leyendo las aventuras de Manolito Gafotas). Con la oferta 2x5 euros todos buscaban la pareja para cuadrar las cuentas. El serbio Larsen se arregló con el polaco y el Ruso de la estepa intentó cuadrar con un paseante que se acercó al puesto. Le dio calabazas.
En La farola de Corrientes empezó Copérnico a repartir su Galaxia pessoniana, edición numerada y limitada, entre los Ultramarinos. El Enciclopedista no entendía nada del discurso astronómico y el Trapero le puso al corriente dándole la dirección del blog-tienda.
Gromov recorría el desagüe buscando cambio para pagar una pequeña deuda; no encontraba a nadie que le hiciese el favor ya que es  un lobo solitario  en estos andurriales y lo conocen todos los pastores de esta dehesa. Al final por lástima el perroviejo de Larsen le dejó una moneda de dos euros y el eslavo le aseguró que se la devolvería con la ayuda de la diosa Fortuna.
Cuando nos íbamos del Rastro acompañados por los lamentos del enredabailes de Calimero, llegó un alarmado Bombita asegurándonos que en el Tendido 7 había tirado la caña y picaban como nunca. Nos enseñó la cesta llena de ediciones raras para estos andurriales.
Por cortesía ultramarina esperamos al aceitunero de Jaén y salimos como los mistos. Allí reposaban felices en su paz de camposanto Unamuno, Azorín, Camba, Foxá, Galdós, Cossio... No podíamos creernos que entre tanto cacharro dormitasen estas ediciones príncipe. A Ocramalliv le dio el tembleque de San Saturio mientras apandaba todos los libros de pasta azul en un montón. Un mamarracho a su lado iba cantando los títulos y así, en su ignorancia, avisaba a la concurrencia del último hallazgo del verano. El buhonero observaba en silencio todo el paripé montado a su alrededor y debido al interés desmesurado, que nunca había visto en su puesto de deshechos, empezaba a contar con los dedos cuanto le iba a pedir al Polaco. Cuando llegó la hora de la verdad, le dijo el precio, y a Tinofc se le quitó el tembleque quedándose mudo. Sólo se llevó a Unamuno, Azorín y a Mussolini, y miraba de reojo al Julio Camba del Trapero mientras nos íbamos a unas horas poco propicias para los trapicheos ultramarinos.



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