6 de julio de 2014

Las malas compañías



El Rastro, verano de 2014



Con Gromov desaparecido, la mañana discurría alejada de bestiarios, etimologías y parecidos razonables. Después de vagar por el delta donde el Amanuense y Bombita nos enseñaron sus tesoros de la posguerra (parecían que habían asaltado una escuela de pueblo), nos encontramos con el Ilustrado que nos saludó con un ramillete de llaveros en cada mano. “Soy coleccionista del vil metal siempre que lleve algún escudo o mapa. Mira, aquí tengo la Dama de Elche y el Gernika. Por estos parajes la medalla de lo común se la lleva la Catedral de León".

El orador del Desengaño, según nos vio venir, empezó a verter los saldos de carretera entre medias y cuadernos de escuela. Unos Aforismos de San Isidoro de Sevilla recogió el Amanuense, y unas memorias de la guerra incivil  que prometían desde el título: Los cuervos sobre las tumbas, exhumó del subsuelo Tinofc, el polaco. Con la curiosidad de Bombita llegó la superstición: Al abrir una caja de posavasos, uno de ellos sembró de esquirlas transparentes el suelo. “No toquéis más libros y termina de romper el resto de posavasos porque si no no vendo nada esta mañana", dijo un alarmado Demóstenes. “No exageres, paisano, reza una oración a la Virgen de los libros y todo arreglado”, así consoló el DR. Mabuse al vendedor. Todo volvió a un orden dentro de esta comedia trágica que es la vida.

De camino a la cerrajería, Bombita liberaba la tensión cristalera contándonos que en el Bar La Radio tenía expuestas todas las radios de su colección rastrera, "Gracias al pequeño alquiler que me dan por ellas, sigo en el vicio hertziano".

Del casino salió el poeta de la intemperie para proteger las moradas y trazar la salvaguarda. Larsen sacó su libreta cartonera y le hizo varias preguntas sobre el Bestiario de Alfranca (Al y ca viene de Alberca, y Fran, de la peña de Francia). El poeta con sus manos entrelazadas sobre el pecho como un párroco, y haciendo gala de su campechanía comenzó respondiendo a todas las preguntas de los Ultramarinos. Pudimos asistir a la primera clase magistral-popular que daba en La Guinda el vate del oeste. 
Nos habló de sus paseos nocturnos buscando luceros que protegiesen a sus amigos, de sus relaciones con la editorial Calambur, de los poetas zapateristas, de las tres murallas que se crean alrededor de los escritores, de las palabras de su infancia: candelina, cirigüeña, Campocasa, esquila, salaero, cántara, lavanderas, casetita, zambulerio… Terminó esta letanía con los versos: “Acudid, acudid, fue nuestro el tiempo”.
Dejando su pueblo se fue a Portugal y nos habló de sus traducciones pioneras de los poetas lusitanos y de sus epistolarios; rememoró sus años de obrero de la construcción en los veranos de Suiza para pagarse los estudios. No le gustaba la crueldad de los Diarios de AT, pero disfrutaba con el silabario de los idiomas, la poesía de Miguel H. , Lorca, Valero, J. A. González Iglesias, Fermín Herrero, Colinas, Aníbal Núñez, Bruno marcos… Su tarea como traductor le había traído quebraderos de cabeza pero lo compesaba la musicalidad de los alfabetos.
 El polaco le preguntó por su vocación de editor. El Escritor empezó numerando un rosario de publicaciones: Planeta Clandestino, Pavesas, Cuadernos del Noroeste, Ateneo Obrero, mil y unas plaquettes; de todas ellas nos prometió un ejemplar para los Ultramarinos y también rifaría alguna rareza agotada. ("¡Qué político, qué político eres, no prometas tanto…", así le amansaba Larsen, el picador, antes del cambio de tercio). Terminó su discurso explicándonos la simbología del jardín y su querencia por el arte moderno.
Con una enredadera de fondo, el Amanuense hizo una foto al poeta con el editor malabia con el que prepara un Animalario poético
“¡Vamos, vamos a ver los libros, que a eso hemos venido al Rastro!”, con estas palabras se despidió el poeta de los Dones.



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