Ninguna relación entre el contenido de estas encendidas y apócrifas cartas (parecen ser de Gabriel-Joseph Guilleragues, pseudónimo de G.-J. Lavagne, 1628-1685) y su (per)versión cinematográfica a cargo del Tío Jess, quien tiene la desfachatez acreditar que el guión se basa en ellas. Manara también les dio su vuelta de tuerca:
Por otra parte, la tremebunda historia de la monja de Monza, que Manzoni trató tangencialmente en Los Novios y Mazzucchelli desarrolló con fidelidad histórica entrando a saco en los archivos vaticanos (no os perdáis la faja del libro), también ha sido llevada al cine como Dios (o el Diablo) le dio a entender a su director, Visconti. Pero no Luchino, sino su sobrino Eriprando.
En fin, un tema éste, el de la monja en la literatura y el cine eróticos, que daría para una tesis doctoral (pero tendríamos serias dificultades para encontrar a alguien que quisiera dirigirla).
UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO
Charlus et Jupien
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