El Rastro, otoño de 2014 |
Con el oráculo de Bombita en el templo de Cadórniga madrugamos la mañana del domingo. Se notaban la peregrinaciones al camposanto, en el Rastro había menos gente que otros días, pero más personas.
En la primera categoría podríamos incluir al inquilino del Pabellón 6 que, con las mañas del Tempranillo, chantajeaba a un dormido Larsen:”solamente si me pasas el Catálogo de W. Lewis te dejo El arte de la fuga de S. P.”. “Tienes que sacar el número y ponerte en la lista de espera como un vorticista más. Para navidad estará libre, así te dará tiempo para escanearlo”, le contestó el trapero.
Gromov, protegido por su santo de cabecera, Galdós, lleva un tiempo intentando derribar la figura del escritor jerezano del imaginario ultramarino. Empezó a leer con su retranca maragata: “Este libro hay que leerlo con escafandra… Así empieza el prólogo de Chaperos de D. Cooper, de J. Bonilla, traductor de la novela. Creo que en su biografía multiusos nunca habla de su oficio de traductor".
En el zoco, el polaco recogió del suelo Un álbum familiar de Buñuel, que intentó cambiárselo al estepario por el álbum fotográfico La Generación del 98 con textos de Umbral. Con un "por los cojones" iraflavianos del ruso, terminó la negociación. (Ya veo que están preparados para el expurgo e intercambio ultramarino). También rescató un libro sobre Astorga la bien rondada de Esteban Carro Celada. En el retrato del autor que aparece en la primera página, Tinofc encontró unos parecidos razonables con el poeta freelance Eloy R. Carro.
El Doctor Mabuse nos interrumpió el paseo con una anécdota paneriana: ”A punto estuve de asistir a la muerte del poeta en su finca de Castrillo de las Piedras, pero ya había programado la noche larga y cuartelera con mi novia. El amor no puede esperar.”
Fue sacar la libreta trapera Larsen y el Dr. M echó a correr dirección al Teleno como si hubiera visto el fantasma de Panero o del sargento Pimienta. A lo lejos pudimos escuchar: ”No seas torpe y deja de apuntar lo que cuento que me comprometes rapaz.”
Contagiado por su maestro de chascarrillos el Amanuense empezó con su historieta de Rue Percebe: “Cuando estudiaba en los agustinos tenía un profesor que en su celda tenía algunos de los restos que se salvaron del incendio de la biblioteca de Alejandría; cuando le preguntábamos por algún libro siempre nos decía: yo tengo ese libro, el que lo quiera (puntos suspensivos) que lo compre.” Se reía tanto el escribano que casi se atraganta con un hueso de aceituna de Jaén.
Como no hay dos sin tres, el polaco contó la historia en la que Ruano hizo correr un rumor sobre su muerte para ver lo que decían de él, su amantes y contemporáneos. No le quedaron ganas de resucitar.
Ya nos íbamos cuando un joven, en mitad del césped, tiró un baúl de cds que venían de la sala de fiestas Aston. Con el reclamo publicitario de "esto es música y no la de ahora; tirar los casetes por la ventana y pasaros al cd. Dos por un euro", intentó atraer a los curiosos que pasaban de largo. Gromov le preguntó por las Sinfonías de Beethoven y el joven descojonándose le dijo: "Pero chico, ¿de qué época eres tú, crees que en la disco se pinchaba eso?”.
Tinofc iba haciendo su motoncito en la esquina de la colcha; según encontraba alguno de su gusto, soltaba otro que apandaba el trapero. Repasó la lista (los Bricos, Centellas, No me pise que llevo chanclas, Fórmula V, Fito, Burning, Alejando Sanz (para regalar a la sobrina, aclaró sin respirar). Con la fama de cenizo que arrastra empezó a comprobar que en la mayoría de las cajas no estaban los discos correspondientes. Se quejó con un gruñido de Cthulhu, y le respondieron: ”se habrán quedado en el equipo de sonido del Dj”. Larsen se conformó con Nacha Pop y Radio Futura,”lo poco que se salva del incendio de la Movida madrileña".
Todavía nos dio tiempo a comprar, de vuelta al coche, un par de libros más (Las aventuras de Chichicov y Lo que puede la perra chica,peli novela) que quitasen la gazapera otoñal y celebrar que habíamos perdido a Gromov.
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