11 de noviembre de 2013

Catálogo



Catálogo mercurial de ultramarinos, Valencia, 1948


Como aperitivo a la esperada serie de entradas sobre catálogos antiguos en Libro Albedrío en curso de redacción, se reproduce fielmente aquí (imagen y sonido) una conversación dominical ultramarina que tuvo lugar hace unas semanas.

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 Catálogo

Tinofc [con voz aguardentosa]: ¡Vaya precios! Voy a dejar de venir al Rastro y a comprar sólo por catálogo…

Larsen [sin mirarle, escéptico, mientras anota algo]: Sí, claro, el de IKEA...

Gromov: En el Rastro no sé, pero para los libreros anticuarios el catálogo con mayúsculas es el Palau, que consultan como un oráculo. Alguno hay que maneja factores de conversión que sólo él sabe para pasar los precios de las míseras pesetas de cuando se publicó el Manual del librero español, a los ladinos euros de ahora.

Amanuense [confianzudo]: No os enteráis. Hoy en día el meta-catálogo es la red. Éste [señalando a Bombita] te busca y tasa el libro que quieras en segundos, con su móvil. Te puede ir a la base de datos del ISBN para ver el precio original si no es muy antiguo, y en addall.com te rastrea todos los portales habidos y por haber. La globalización…

Bombita [muy orondo, trasteando con su gadget]: ¡Y con tarifa plana!

Tinofc: ¡Cómo echo de menos cuando te llegaban los catálogos de papel por correo postal, y dejabas lo que fuera posible posponer para romper la faja y recorrer sus páginas! Todavía conservo algunos muy currados por los libreros: Galgo, Mimo, El Astillero,… Ahora te mandan por email un correo masivo de pedeefes y a correr… [A Gromov] Tú, “enterao”, supongo que catálogo viene de “catar”, saborear…

Gromov [con tonillo de pitagorín]: Pudiera ser, porque “catar” deriva de captare, tratar de coger. Pero por el poco latín y menos griego que sé, creo más bien que catálogo procede de katálego, que significa “yo enumero”, como en el catálogo de las naves del primer canto de la Ilíada. Y hablando de latines y catálogos, hace unas semanas salió en el Infierno de Charlus y Jupien el Index Librorum Prohibitorum. ¿Alguien lo ha visto alguna vez?

Amanuense: Yo no, pero tengo su versión hispana, el Novelistas buenos y malos del jesuita Ladrón de Guevara, que es una delicia de crítica literaria carpetovetónica. Creo que ahí es donde a Baroja se le llama “Don Pío el impío”.

Larsen: Claro, un buen catálogo es el que hace crítica literaria. Lo dijo Borges.

Gromov [puntilloso]: A ver si citamos bien. Borges lo que dijo es que ordenar una biblioteca es una forma modesta y callada de crítica literaria. 

Larsen [picado]: ¡Ya salió el sabihondo! A ver si te vuelves a Laponia y te que quedas allí.

Gromov: Cuando se dicen las verdades se molestan las comadres, decía mi abuela.

Larsen [cambiando de tercio]: A ver, yo, para ser sinceros, los catálogos que manejo son editoriales. Los hay muy cuidados: Olañeta, Nórdica, Impedimenta, Zorro Rojo y, por supuesto, Sirulanta (o Ataruela). Y últimamente el de Bonilla ...

Tinofc [resoplando, mientras chisca un cigarro]: Pues a mí me parece que, más allá de críticas y demás, ojear un catálogo, y sobre todo si es antiguo, es constatar una frustración: la de los libros que (ya) nunca podrán ser tuyos.

Amanuense: Sí, te entiendo. Un catálogo es una especie de pseudo-posesión, un sucedáneo del artículo genuino por interposición. Ya os enseñaré catálogos antiguos que tengo, con libros a precios de risa que hoy son invaluables, y con interesantes noticias de los Machado, Baroja, etc.

Bombita [con regodeo]: ¡Lo encontré! Mirad, éste es el que me gusta a mí [mostrando la pantalla de su celular]:

Catálogo de Solteras que se conservan en la ciudad de Montilla



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[El conspicuo Spasavic nos envía este pickwickiano documento. Acogiéndose a la primera enmienda, no nos revela sus fuentes.]

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