2 de noviembre de 2013

Las malas compañías




El Rastro, otoño del 2013




La mañana estaba despejada de nubes y de Ultramarinos, esto sería una ventaja si realmente llegase material nuevo a este paseo de la Guinda. Tinofc y Larsen perdían el tiempo y el frío hablando de lo mundano de Barataria. Con ellos caminaba Ariza y su prescindible Diario, la lista de los mejores libros de poesía de estos últimos treinta años, Blanca Chagal, la niña de provincia, el poeta de la pobreza, la Feria de ocasiones de los Botines de la Piqué, la literatura del yoyo...
Caminábamos a la deriva sin encontrar ningún caladero donde faenar. Eran las nueve y ya intuíamos que no iba a ser un buen día de pesca. En unos rincones poco habituales en nuestra ronda, Tinofc llenó una bolsa con calcetines de lana y unas zapatillas barojianas, pronto empezará a invernar en su altillo, esa bodega de libros añejos. Con unas revistas del AS y unos fascículos de la Historia de las plazas de toros de Zapico llegaron del suburbio el Amanuense y Bombita.
En el Desengaño, un Demóstenes apagado nos tiró varias cajas sobre su mesa persiana y nos rogó que no tocásemos ningún libro si no íbamos a comprarlo, porque el primer comprador de la mañana que toque los libros y no compre, le arruina la mañana de ventas según una antigua superstición griega. El Polaco que no entiende de pamplinas, empezó a tocarlos todos poniendo de los nervios al orador que le animaba a llevarse alguno. El resto de buitres miraban y le preguntaba por el precio de algún ejemplar, siempre coincidía ser el más valioso y caro. "Éste lo leeís sin querer que tiene la letra muy grande y espaciosa", nos decía con ritmo de hexámetro, Demóstenes.
El Perroviejo para romper el maleficio polaco le compró una antología de poesía amatoria ilustrada por  Prada. Tinofc empezó a recitar algún poema: "El aire de los chopos / y vuelvo a recordar. / En un día de marzo / te fuiste. Nada más." Cada vez que veía el corazón con sus colores de carnaval al lado del texto se le revolvía el estómago y le empezaba a doler la úlcera libresca.
Como faltaba el Ruso y el Ilustrado, empezaron a contar maldades de ellos como si nada; en esto el Primo de Freud es muy hábil. Todos coincidían en que Gromov se había pasado con el retrato que hace de la librería Tauro (le han declarado persona non grata). Veíamos en ese despelleje algún motivo personal, nunca aclarado por el Ruso. El Editor de Labici según sus últimas visitas, se veía reflejado en las palabras de Gromov. El Ropavejero reconocía que se había aprovechado de los fondos de esa librería, todos saldados por culpa de un incendio y posterior inundación bombera. Eran los tiempos de tercero de BUP y aunque no quitó el ahumado de los libros, con el secapelos de su hermana mayor se le fue la humedad a éstos.
Ayudado por el inspector Ocramalliv y el Maletilla, el Amanuense empezó a trazar el perfil del comprador (un breve avance de sus próximos artículos para Libro Albedrío) :
El Gromoviano: Suele revolver todo, abrir los libros precintados, fotocopiar con permiso del vendedor, algún capítulo o índice; aprovecha las circunstancias tecnológicas para ver su correo y la crónica ultramarina en el portátil del librero. Regatea al límite y aprovecha la disculpa de que tiene que ir a por su padre para huir del lugar. El Carbonero: Suele marcar el territorio como los perros y así logra frenar a los demás compradores. Su perfomance la monta a la hora de irse con ocho bolsas de libros, que gracias a los pantis, regalo del gitano de turno, lograr formar una alforja para llevarse con maña, lo mercado. Siempre su mujer le hace las misma pregunta : "¿y esos pantis?". El Pescador  Web 3. 0 : Se ha criado visitando al buhonero en su casa, al chatarrero en su desguace, y, ahora, con las nuevas tecnologías se ha creado un grupo de whatsapp de chamarileros del Rastro. Según pasea, su móvil cacarea cada poco; A veces, lee los mensajes a sus compañeros de búsqueda para afearles que siguen anclados en otra época: "Te espero con unos tomos del motor del camión y unos libros de Semana Santa. Te los dejo a buen precio."
Nos acercamos a Reto para no perder las malas constumbres. A estas horas parecía un gallinero (¡qué pena de Raposo Ridruejo!). El Entomólogo freudiano nos habló de Blapps Mortisaga, el coleóptero aptero que esta semana se había encontrado en la bodega de su suegro. Recordando las crónicas del ultramarino digital Astilleros, le dio pena aplastarlo y le dejó irse para que siguiese su aventura de letraherido por todas las bibliotecas subterráneas. Larsen trajo su Manual de literatura europea para demostrarle al docto Spasavic su desliz nabokiano (la perfección no existe), pero se quedó con las ganas.
Nos paramos en el puesto del Tirillas para mirar unos sombreros. El Bombita se probó uno (o le sobraba cabeza o le faltaba sombrero), el Editor de Labici se probó el sombrero del peregrino Torbado, pero dijo que ya no tenía edad para hacer el Camino de Santiago. 
El Ropavejero del molino (si publicásemos sus anécdotas rastreriles tendríamos más volúmenes que la enciclopedia jurídica que no vendió el Cuerdo por culpa de la ajustada oferta ilustrada) relató la historia de esta mañana, que empezaba con una separación y terminaba en la cárcel (ya teníamos una novela de crónica negra). "Después de llegar a un acuerdo de separación, la mujer de un librero se acercó a un sindicato para que le asesorasen y lo primero que le dicen es que denuncie a su marido porque así tendría más posibilidades de encontrar trabajo (la realidad siempre supera a la ficción). El librero alarmado, con un pie en la cárcel, sobre todo tentado por la desesperanza, se presentó en el sindicato con un bote de gasolina para que el fuego purificase las malas intenciones. Al final, todo se arregló y hoy todavía son amigos", como te lo cuento.
Nos contó Tinocf que se había pasado por la Lonja para ver las novedades. Todas las tenían en el Sancta sanctorum bajo tres cerraduras y cuatro llaves. Desde que vendieron por 2700 euros,  a la dueña de los cines de Astorga, una copia del Lazarillo de Murillo hecha por el famoso pintor del Bierzo, Primitivo, la amenaza de los amigos de lo ajeno circula por Orozco.
El Dr. Mabuse Arenas nos habló que tenía varios cuadros de este pintor, comprados en la ribera del Órbigo por cuatro perras (la ignorancia de los vendedores siempre ha sido la mejor aliada de los buscadores de lo viejo); un canónigo de la Catedral se los había tasado y, desde entonces, ya no lucen en el salón de su casa sino que reposan en la galería del banco Santander.
Nos tropezamos con el rey del Long play que nos enseñó un Dietario del 1967, año en el que comenzó sus estudios universitarios, vimos que las motivaciones para comprar un objeto son infinitas. Le animó Bombita a que empezase sus memorias con el título Los días del vinilo; se fue riéndose de las ocurrencias del apoderado ultramarino.
Aunque la mañana, semejante a nuestra curiosidad y nuestra enfermedad del libro, no tenía fin, fuimos abandonando el barco con la discreción y la prudencia del naúfrago.




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