El Amanuense y Gromov se encontraron en la Feria del Libro
Viejo el pasado sábado a media tarde, tras la comida ultramarina de otoño. ¿De
qué os parece que hablarían?
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Amanuense: ¡Hombre, que raro verte por aquí! Lo
tuyo ya es monomanía… ¿Qué vas a hacer con tanto libro cuanto te mueras?
Gromov: ¡Vaya!, lo mismo te digo; que yo aún
soy joven… Pero mira, ya que preguntas, en una de estas casetas me he
encontrado con toda la biblioteca de uno de mis antiguos profesores. Lo he
sabido por las dedicatorias de los libros. Murió en julio; pues bien, en
octubre ya están a la venta… Y me ha dicho el librero, a quien conozco, que les
está sacando una buena tajada.
Amanuense: Ya lo dice el refrán: “Cuando el
difunto sale por la puerta, el librovejero entra por la ventana”.
Gromov: No hace falta que muera: mira lo que
le pasa a Amando de Miguel.
Amanuense: Precisamente la semana pasada se lo
contaba a Larsen. Es una historia
tremebunda y además el interfecto le ha puesto bastante tono lacrimógeno: que
si está sin calefacción ni agua caliente, que si le alimentan los amigos a base
de conservas… Puro Dickens, vamos… Pero muy mal lo debe de estar pasando para
poner en venta su biblioteca.
Gromov: Pide tal pastizal que dudo que nadie
se la compre, por muy completa que sea en lo suyo. Y también le he oído que otra
posibilidad es una especie de leasing,
es decir, enjugar su deuda hipotecaria con lo que le paguen, pero conservar sus
libros en usufructo mientras viva.
Amanuense: Eso mismo hizo Diderot con su biblioteca cuando se la vendió
a Catalina la Grande.
Gromov: De lo malo, así no se dispersó y se
conservó en su integridad. Porque lo normal es que se cumpla la ley de la
entropía, de tendencia al desorden. No sé si me explico. Una biblioteca es una
forma de poner orden en el caos: buscas las obras de cierto autor, o de un tema
en concreto, completas tomos descabalados por aquí y por allá… y luego toda
esta labor se va al carajo, como hemos visto mil veces en las montoneras del
Rastro, o aquí mismo…
Amanuense: Para poner orden y completitud a las bibliotecas
están las instituciones. Una vez leí no sé dónde que le preguntaron al director
de la Biblioteca Pública de Nueva York por el criterio para la adquisición de
sus fondos, y respondió: “Facilísimo, compramos todo lo que se publica”.
Gromov: Sin llegar a esos extremos, a poco
que te tire el vicio, tendrás la casa tomada. En un artículo de hace unos años,
Juan Manuel de Prada ya utilizaba este título de Cortázar para describir su
hogar atestado de libros.
Amanuense: Y cuando casque, su desconsolada
viuda se manifestará como aquella de las memorias del librero Héctor Yanover que
decía de su difunto marido que “el pobrecito juntaba mucha porquería” (léase con acento porteño).
Gromov: Es que las viudas son terribles. Yo
creo que es Melero quien cuenta de una que, después de ajustar el precio de la
biblioteca de su santo esposo con el librero y antes de que éste la recogiera,
arrancó una a una todas las portadas, donde figuraba la firma del finado. Ya se
sabe, por la honrilla familiar…
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