28 de octubre de 2014

Presentación de Los Esquinados


Foto de M. Ramone, Agencia Magnum.


Fieles a su cita estacional, la editorial Manual de Ultramarinos presentó sus novedades otoñales en la tienda de antigüedades de Cantareros en el barrio de santa Ana.
El editor malabia tomó la palabra para presentar al selecto público las obras ultramarinas: Los cuentos Estrambóticos de Darío Marcos, un Rimbaud de patio de colegio; la hoja volandera Librastrófilos dedicada al epistolario ultramarino (la trastienda de las ediciones reflejadas en los correo electrónicos intercambiados entre los escritores y el editor; el pliego Cuadernos del Astillero dedicado a Onetti y a su decálogo del escritor principiante y por último la antología de cuentos de solitarios, Los Esquinados.

Dio paso a Miguel M. Panero, el último de la saga, que presentó la antología y a los autores J. M. López-Astilleros, A. Torobios y a Mario Paz que leyeron sus cuentos acunándose en el sonido jazzístico de los vinilos de José, el anticuario.
Mientras los escritores firmaban sus libros, el bodeguero Malauva desplegó sobre la mesa unos roscos al ron y descorchó un rioja Mil hojas para brindar por la gloria , siempre efímera, de la almoneda.
Y como no hay pan sin circo, empezó el sorteo de cinco poleskines (libretas del Rastro) al ritmo del pasodoble Pura solera. A unos, la suerte les fue tan esquiva que disimulaban que no  podían leer el número de la rifa; a otros, como al periodista y fotógrafo de Astorga Red Acción, Eloy R. Carro, le descolocó con una ración doble.

La mañana terminó con una comida de la Generación Ultramarina en Casa Llamas en el barrio del Crucero, donde degustarón un menú de cocina tradicional leonesa, elegido con tino por el Amanuense y el soltero de oro  (tiene los días contados).
La sobremesa se alargó bajo la sombra del chivo, aburrido de tanta palabrería vana y pretenciosa inspirada por las infusiones de London Tonic.
Antes de abandonar el territorio mítico, siguiendo el ritual generacional, se hicieron la foto debajo del chivo que torcía los cuernos para expresar su queja caprina "menudatardemehandado".  



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