2 de octubre de 2014

Rastríada (y III)


La embajada de los ultramarinos a Gromov



No decaía la inagotable lluvia con el paso del tiempo, y por ello una inmensa frustración, compañera de glacial aburrimiento, habíase enseñoreado de los ultramarinos. Y todos estaban agobiados por tan insufrible pesar que apenas les palpitaba el corazón en el pecho. El Factotum, en dolor sumido, iba de un lado para otro y convocaba en voz baja a los desilusionados rastreros, que aunque diligentes, acudían afligidos a su llamada. Levantóse entonces el caudillo y, despidiendo hondos suspiros, les habló de esta suerte.

LARSEN: Oh amigos, en grave infortunio envolvióme Zeus Cronida. ¡Cruel! Este pertinaz aguacero, que vacía el Rastro una y otra vez, justo castigo es por lo mal que procedí, no lo niego, con el botín del enojado Gromov, aunque gran empeño puso Tinofc en disuadirme de tal acción. Pero venció mi ánimo fogoso y así menosprecié a un fortísimo varón honrado por los dioses, arrebatándole la recompensa que todavía retengo. Mas veamos todavía si podremos aplacar su cólera con muchedumbre de espléndidos  presentes y dulces palabras.

Contestó Ocramalliv, caballero gerenio.

TINOFC: ¡Gloriosísimo Larsen! ¡Pastor de hombres! Que esclarecidos varones cuanto antes vayan a rogar su vuelta a la tienda del Eslavo. Si quieres, yo mismo iré junto con el divinal Amanuense. Y rogad a Zeus Cronida que se apiade de nosotros.

Fuéronse éstos por la orilla y rogaban que les resultara fácil llevar la persuasión al altivo espíritu del Ruso, a quien hallaron en su tienda solazándose con una hermosa lira. Entraron precedidos por el asendereado Amanuense, y se detuvieron delante del héroe. Gromov, atónito, se alzó del asiento y díjoles con suaves y concertadas palabras.

GROMOV: ¡Salud, amigos que llegáis! Mal deben estar las cosas cuando venís vosotros, que sois para mí, aunque esté irritado, los más queridos de los ultramarinos todos.

AMANUENSE: Gromov, ¡ea!, levántate si deseas, aunque tarde, salvar a los ultramarinos, que yacen de inacción. Cede ya y depón la funesta cólera; pues Larsen te ofrece dignos presentes si renuncias a ella. A tí mismo te ha de pesar si no lo haces, pues no puede repararse el mal una vez causado. Y, si el Factótum y sus regalos te son odiosos, cuanto menos apiádate del resto de ultramarinos, que, atribulados como están, te venerarán como a un dios y conseguirás entre ellos inmensa gloria.

Respondióle Gromov, el de la lengua ligera.

GROMOV: ¡Amanuense, fecundo en ardides! Preciso es que os manifieste lo que pienso hacer para que dejéis de importunarme. Me es tan odioso como las puertas de Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra. Diré, pues, lo que me parece mejor. Creo que ni Larsen ni los demás ultramarinos lograrán convencerme. Mañana, después de ofrecer sacrificios a Zeus y a los demás dioses, me iré para no volver, pues se me ha insultado y disputado mi recompensa. Decidlo públicamente, os lo encargo, para que los ultramarinos se indignen, si con su habitual impudencia el Factotum pretendiese engañar a algún otro. No se atreverá, por desvergonzado que sea, a mirarme cara a cara; con él no deliberaré ni haré cosa alguna, y, si me engañó y ofendió, ya no me embaucará más con sus palabras; séale esto bastante y corra tranquilo a su perdición, puesto que el próvido Zeus le ha quitado la razón.

TINOFC: Si eso piensas, Gromov preclaro, porque la ira reconcome tu corazón, una cosa  voy a decirte, que grabarás en tu memoria: las parcas pueden llevarte al fin de una de estas dos maneras: si te quedas aquí y te vuelves a unir a nosotros, tu gloria será inmortal; en cambio, si nos dejas, perderás la ínclita fama, aunque tu vida será larga y oscura.

Negra nube de pesar envolvió a Gromov, cuyo gran corazón deshacíase en suspiros y a quien su ánimo no incitaba a vivir ni a permanecer lejos de los ultramarinos, en la sombra. Por ello, a su pesar, regresó junto a Larsen, a quien habló así.

GROMOV: ¡Factotum! Mejor hubiera sido para entrambos continuar unidos que sostener, con el corazón angustiado, roedora disputa por el maldito botín. Me figuro que los ultramarinos se acordarán largo tiempo de nuestra contienda. Mas dejemos lo pasado, aunque nos hallemos afligidos, puesto que es preciso refrenar el furor del pecho. Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado. 

Así habló; y los ultramarinos holgáronse de que el magnánimo Eslavo sosegara su resentimiento. Y Larsen señero, les dijo desde su asiento.

LARSEN: ¡Oh, amigos! Bueno será que me escuchéis sin interrumpirme. Yo no soy el culpable de nuestra querella, sino la Parca, que vaga en las tinieblas y que hizo padecer a mi alma cruel ofuscación el día en que le arrebaté a Gromov la funesta recompensa. Pero ya que falté y Zeus me hizo perder el juicio, quiero aplacarte, Ruso, con presentes capaces de apaciguar tu ánimo.

TINOFC [conciliador, tras la tormenta]: Sea. Bajo este arco que Iris, mensajera de los dioses, despliega ante nosotros, celebremos un espléndido banquete de reconciliación para que nada falte de lo que se debe. Y, en fin, ambos en adelante procurad tener en el pecho un ánimo benigno y ser los más justos ultramarinos, pues es más fácil reprender que apaciguar.

[Aristarco Spasavic, con la ayuda de Segalà]

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