El Rastro, invierno del 2014 |
Encontramos el paseo nevado y desierto. En Reto se refugiaban del frío con dos toldos laterales que impedían ver las novedades. Después de varios meses reapareció el capitán de la Nave, recuperado de un dura operación, y nos regaló un calendario a cada uno de los Ultramarinos.
Gromov mientras revolvía entre las cajas se quejaba de la mala noche que había pasado, debido a la pantagruélica comidaniversario en el Llamas. Tinofc emergía del sótano con un lote de libros de saldo del Corte Inglés: Los girasoles ciegos, Biografía de Rigoberta Menchu y Fortunata y Jacinta.
Bajamos hacia Cacharrería escuchando las habituales quejas gromovianas, pero esta vez eran estomacales. No sabía si echarle la culpa a la cecina de chivo o a la crema de limón de Fray Amanuense.
En la oscuridad puluaba el Dandy con su sonrisa Moviestar. Nos contó que acababa de llegar de la inaguración de la nueva exposición del Musac; nos ofreció una bolsa de libros sobre León con unos precios etílicos que no pasarían el control de calidad. Se reía ante la oferta del Polaco, volvió a esconder los libros en la bolsa del Día y se alejó riéndose del precio ridículo que había pagado por los libros; esa era una forma de reirse de nosotros.
En el Desguace faltaban muchos puestos, los gitanos ante el temporal de tormenta polar se habían quedado en la cama. Por el espacio vacío se peleaban los marroquíes en un idioma áspero y violento. A uno de ellos Gromov le compró una cartera de cuero por 1, 50 euros (ese es el límite del eslavo) y más adelante en el puesto del Lituano se hizo con un Kamasutra Pop-up movible que ya tenía, pero iba a venderlo para retroalimentar el vicio. Lo más que dio 1, 50. Se pasó toda la mañana dándole a la manivela, y a los acompañantes se les iba la vista ante esa pornografía de cartón descodificada.
Dimos una vuelta por el Danubio y nos paramos en el faro de Estambul a escarbar en una caja de pins de los Cárpatos. Larsen escogió uno de una imprenta de Varsovia y otros dos de unas emisoras de Sofía. El Polaco se conformó con el pelotón búlgaro de ciclismo y una chapa del Sherif del Soviet de San Petersburgo con el número dos. "No quiero ser el número uno", así empezó su discurso derrotista. El Enciclopedista que no perdía ojo le contestó : "Eres el segundo que es el primero de los perdedores".
Gromov, con una amabilidad sopechosa que nos hacía temer lo peor, le acercó al Trapero una Poleskine y las Fábulas de Benet que le habían "costado" (Dado) 1, 50 euros y le pedía a Larsen tres euros retroalimentados.
"Os voy a traer de Valladolid unas libretas con un diseño laponés", soltó el ruso con su generosidad extraña. Tinofc sacó un manojillo de hojas de la mariconera y levantó acta: "En la ciudad de león, a las diez y veinte, el inquilino del pabellón 6 nos dice que nos traerá unas libretas de la ciudad impar. Para que quede constancia, firmo, ante el testigo de cargo, Larsen. Tinofc Ocramalliv, Exjefe de la Estación de Matallana".
El conde de Lucanor nos sorprendió con una perfomance nueva esta semana. Llegó a lomos de una bicicleta blanca que aparcó en un árbol, enfrente del puesto del Pastor. Recorrió con su vista, musitando alguna oración, todas las estaciones de viacrucis de la mesa; de Repente escogió una espada de la marina, la desenvainó y exclamó con furia: " El Imperio Astrohúngaro volverá!", todo esto nos lo contó el Amanuense que en esos momentos negociaba por algún libro de alacena. Algunos creíamos que daba una nota de exageración a la historia para dar una mayor expresividad. "Todo lo que digo todo lo he visto y he oído", con este argumento levanto acta notarial.
Gromov nos expicaba la importancia del simbolismo de la oca en el Camino de Santiago y, de vez en cuando, echaba pestes contra Cacharreiro porque todavía no le había mandado la foto del tablero de la oca del Rastro. Aprovechó que el Amanuense estaba bajo en defensas por la gripe Grifal, para pedirle el facsímil de la hormiga de su Crónicas de Indias, solamente haría una fotocopias y lo traería la próxima semana.
Volvimos sobre nuestros pasos a ver si el Ultraísta ya había aparcado. El Ruso no hacía más que quejarse del estómago y nos volvía a recordar la mala noche que había pasado. El primo de Freud preguntó si era por la cecina que comió o por el chivo que estaba en la pared.
El Editor de Labici felicitó a Malabia, editor de manual de ultramarinos, por lo bien que había salido la presentación de Dakovika en el anticuario. Bombita recordaba el barojiano menú sentado y los gintonic bombay a 2 euros y el chupito de hierbas de Gromov de 1,50 euros.
Cuando no sabe que decir el docto Spasavic tira del refranero popular: "Él que no está hecho a bragas las costuras le hacen llagas". El Amanuense le respondió con su gracia de fakir de Bricomarian: "Hombre refranero hombre majadero". No le perdona al Ruso el tomo de Lutero. Bombita, Larsen y Tinofc se descojonaban ante tanta erudición académica y sospechaban que pronto serían víctimas de un vodevil arnechiano.
Volvimos al Desguace por querencia y para buscar unos singles de los Cuervos que había dejado pasar el Polaco sixtie. El Amanuense recitaba unos versos de Quevedo ("Miré los muros de la patria mía...") preparando ya lo que íbamos a encontrar. El single de los córvidos había volado al altillo de Vitrubo Vinilo.
Se nos acercó el Dr. Mabuse para preguntar por el libro de cocina del Amanuense Sartén y pluma, de pasó nos recitó su receta de tortilla de patata que seguro no venía en ningún recetario. "Cortar la patata bien fina, freirla lentamente y tapada y los huevos tienen que estar poco batidos".
Eran las once cuando el Ultraísta levantó la trapa. Nos sacó algunos ejemplares nuevos, pero en su interior los bárbaros habían acampado subrayando todos los párrafos y en los márgenes aparecían anotaciones sicalípticas. Entre Larsen y el Polaco se repartieron Los botines blancos de piqué de Umbral y el Cuaderno amarillo de Pániker.
Se arremolinaron varias mujeres buscando libros de recetas y de costuras. El Berciano empezó su discurso Del triunfo de la ideología sobre el Capital de Marx y ahuyentó hasta a Kojak.
Mientras nos alejábamos de tanta ruina, un rastropredicador ambulante gritaba alzando la vista al cielo ceniza: "¡Año nuevo, vicios viejos!"
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