Siempre me ha gustado este aguafuerte de Ricardo Baroja titulado Final de la jornada o la Muerte sobre el puente, en la más pura la tradición de Las Danzas de la Muerte de Hans Holbein el
Joven o, más modernamente, de Alfred Rethel. Figura en la edición conmemorativa
de Caro Raggio como cubierta y contracubierta de El Árbol de la Ciencia.
Baroja apreciaba los viejos
grabados y en su casa de Iztea deben de conservarse los que compraba a los bouquinistes de las orillas del Sena en
sus escapadas parisinas. Don Pío conocía muy bien el paño, como muestran los
siguiente pasajes de algunas de sus obras.
Entre las estampas del almacén de Chipiteguy, Alvarito había visto algunas con este título genérico: La Nave de los Locos.
Eran grabados en madera de la obra célebre en su tiempo, hoy ilegible e insoportable, del estraburgués Sebastián Brandt, o Brant, publicada primero en alemán, en Basilea, con el título Das Narren Schiff y luego en latín, en Lyon, rotulada Navis Stultifera Mortalium.
Durante el siglo XVI, La Nave de los Locos, del poeta didáctico y aburrido de Estrasburgo, debió parecer ligera y amena a los lectores, y sus varias ediciones corrieron por la Europa Central. La mayoría de estos libros se hallaban ilustrados con grabados en madera.
Entre las estampas guardadas por Chipiteguy de La Nave de los Locos las había muy viejas; algunas eran de Holbein y del Bosco. En todas ellas se comentaban las palabras atribuidas a Salomón y traducidas al latín:
Stultorum infinitas est numeras.
Hermanas en intención de Las Danzas de la Muerte, así como éstas querían demostrar la igualdad de los hombres ante el sombrío esqueleto, con su guadaña y su reloj de arena, La Nave de los Locos quería probar la universalidad de la tontería y de la estulticia humana y el reino absoluto de la Dama Locura.
[La Nave de los Locos]
Y tomando una gran carpeta en sus manos negras, fue mostrando estampas. Enseñó esas tristes y graves composiciones del gran Durero, en donde dominan la Melancolía y la Muerte; explicó la antigua viñeta que representa la misión poética de Hans Sachs, comentada por Goethe, y mostró algunas hojas de los Simulacros de la Muerte de Holbein y del Hortulus Animae, de Lucas Cranach.
En otra carpeta, el grabador tenía reproducciones de cuadros de Petrus Cristus, Brueghel y Jerónimo Bosco, estampas del Matrimonio a la Moda, de Hogarth, escenas fantásticas de Goya y caricaturas de vagabundos, de soldados y de cómicos, ejecutadas por Callot.
[Las Tragedias Grotescas]
La pared de la entrada tenía un piano, un atril, un violoncelo y cuatro grabados antiguos, de algún valor: Las tentaciones de San Antonio, de Martín Schongauer; unas escenas campestres de Brueghel el viejo; una estampa alemana antigua que representaba el Árbol de la Muerte, con sus ramas; y un hombre moribundo y esta leyenda en latín: Mors o quam amara est memoria tua.
[El Gran Torbellino del Mundo]
Este último lema podría ser también el del grabado que encabeza estas líneas.
[Gromov]
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