28 de marzo de 2014

Parecidos razonables


Miopía (Dámaso Alonso)




Disuélveme, mi tierna miopía,
con tu neblina suave, de este mundo
la dura traza, y lábrame un segundo
mundo de destilada fantasía,

tierno más, y más dulce; y todavía
adénsame la noche en que me hundo,
en vuelo hacia el tercer mundo profundo:
exacta luz y clara poesía.

Dios a mí (como a niño que a horcajadas
alza un padre, lo aúpa sólo al pecho
antes, porque el gran ímpetu no tema)

me veló las estructuras de estas nadas,
para -a través de lo real, deshecho-
auparme a su verdad, a su poema.







La línea y el color  (Isaak Babel, frag.)


Querido muchacho, no gaste pólvora conmigo.
¡El medio rublo que quiere que despilfarre 
en unos lentes es la única moneda que no saldrá
de mi bolsillo! Guárdese esa línea suya, con
su repulsiva realidad. Usted vive la 
sórdida existencia de un profesor de 
trigonometría, mientras que yo me 
desenvuelvo entre maravillas, incluso en 
este agujero. ¿Quién necesita las pecas en la cara 
de la señora Kristi cuando yo, que apenas
la entreveo, puedo dar rienda suelta a 
mi imaginación sobre ella? ¿Quién necesita 
estas nubes del cielo finés cuando yo puedo
soñar un océano sobre mi cabeza? ¿Para qué
la línea, si tengo el color? Para mí, el mundo 
entero es un teatro gigante del que soy 
un espectador sin prismáticos de ópera. La 
orquesta toca un preludio en el tercer acto, 
el escenario está allá lejos, como en sueños, 
mi corazón se hinche de delicia, contemplo 
el terciopelo escarlata de Julieta 
y la seda violeta de Romeo,
pero no veo  la falsedad de su atrezzo: 
¿y usted quiere cegarme con unas gafas 
de medio rublo?


[Piero della Biondetta, 
retraduciendo a Babel por no tener 
a mano la edición de Güell]



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