El Rastro, invierno del 2014 |
Gromov buscaba, fuera de sí, a Bombita para hacerle la entrega de un libro sobre la pesca; estaba dispuesto a una transacción siempre que el maletilla le pasase el facsímil universitario que tiene colgado en el albero. El Ruso se pasó toda la semana tramando la negociación; para ello buscó en la librerías de lance de su ciudad adoptiva algún libro raro sobre la trucha ("últimamente me interesa mucho el tema, esta tarde voy a merendar al río Órbigo a ver si pican") para poder sacarle el facsímil al Maletilla. Veremos cómo acaba el asunto fluvial, aunque esta vez el subalterno tiene el estoque en la mano y Gromov, que nunca da su brazo a torcer, las malas artes.
La muerte de Panero y su repercusión mediática, incluida la breve necrológica del onirocrítico, fue el tema de conversación de los Ultramarinos antes de que apareciese Rafa en el tendido 7 con un carretillo de catálogos y algunos libros de los olvidados Arrabal, Benjamin y Bonet (para alegría del Polaco que sufre en silencio los desplantes del fullero eslavo).
En la vereda nos asaltó el joven del Círculo de Lectores con su mochila dominguera de la que sacó una biografía de Diane Arbus y Los represaliados del norte. El precio desigual de los dos libros arrancó una queja del perroviejo que Tinofc solventó con un disparo: "la ansiedad te sube el precio del libro, disimula con unas gafas de sol, Trapero".
Los hermanos lituanos nos ofrecieron un menú variado: Algas (la verdura del mar), El pájaro y la flor (antología de poesia milenaria japonesa) y Occidente y Oriente de Racionero; mientras algunos repasaban la carta, otros vimos como Tinofc extrañamente hermanado con Gromov se escabullían en silencio por la puerta de atrás que da a la callejuela de Reto. Lo mismo que fueron volvieron.
En el Delta compartían suelo Michichalequines y el exiliado de Cantareros que, harto de pujar cajas de libros, había colocado un cartel optimista: "Lleve cuatro libros y dé un euro de propina". Hasta ese momento nadie se paraba en ese rincón, cuando puso el aviso se llenó de espontáneos que en su vida habían llevado un libro en su mano (otra vez la burra al trigo). El Ultraísta llenó un saco molinero que recuperó del interior de su cazadora carcomida por las polillas de la furgodesván; el Trapero de Emaús se hizo con la Trilogía del vagabundo de Hamsun para volver a sus orígenes.
El perdulario Amanuense llegó del akelarre maragato, en en su rostro había anidado la fatiga nocturna. Los académicos Gromov y Bombita le esperaban en el Baratillero y ahí quedaron monologando sobre minucias y otra calamidades.
Siguiendo a la perra costumbre llegamos al maletero del Polaco para deleitarnos con la bolsa fantasmal de Irueña, llena de ediciones independientes artesanales. Se las prestó a malabia para que aprenda poco a poco el duro oficio de editor. "El próximo domingo no vendré porque me voy al Guggenheim a ver la exposición Del objeto inútil (2013-2014) del colectivo Los Ultramarinos. A la vuelta os cuento. Os dejo unas pruebas de la próxima publicación de manual de ultramarinos: Rastrojera. A la vuelta os cuento", con estas palabras viajeras se despidió malabia.
"No te olvides de traerme el cartel y el catálogo de la exposición", le rogó el fetichista Tinof.
Con el epitafio del maldito poeta de Castrillo de las Piedras terminó nuestra breve ronda:
Asidos de ese metro imposible y feroz, quedarnos
a salvo de los hombres para siempre,
solos yo y tú, mi amada,
aquí, bajo esta piedra.
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