6 de diciembre de 2014

Las malas compañías



El Rastro, otoño de 2014


Al Mando de la nave de Reto teníamos esta mañana a Cándido, Viperino llegó más tarde, atrapado en las redes del sueño. El zorro plateado enfiló una caja donde sobresalían los libros no venales de Alsa; el trapero, usuario del bus de la Baluerna, tenía toda la colección y no le prestó apenas atención. 
Llevan varias semanas saliendo libros sobre la guerra civil en Soria, todos han ido a parar al altillo del polaco en la calle de la República. Algunos nos fuimos caminando, otros, como Larsen y Tinofc, quedaron hablando de las revistas literarias que habían esquivado el paso del tiempo como Fin de Siglo y Clarín que se la traía un amigo de Ojaguren.

En el desguace fuimos testigos de la bronca que le echaron al trapero por sacar fotos sin permiso, pero al ser de la vieja escuela sacó de la manga su carne de periodista digital para que todos los chamarileros posen con su mejores artilugios. Le contaba un buhonero que en la feria de Mataporquera todos los padres subían a los niños en su caballito de madera pero que nadie se lo compraba. “Aquí lo mejor es mirar lo justo y que brillen esas monedas”.
 El escribano de Toral rumiaba para sí la idea de que el Rastro cada vez se parece más a la Alianza de las Civilizaciones: marroquíes, búlgaros, rusos, lituanos, nigerianos, bercianos… Y todos vendiendo lo mismo: la miseria de los contenedores.

De repente apareció cuatro dedos con un mantón de Mansilla más que de Manila y traía la intención de vender un saco de nueces al trapero por 40 euros. “No puedo, ése es el presupuesto del mes que tengo para comprar libros”. El ruso con su muletila “es de mal gusto hablar de dinero” entró en escena con un libro dedicado por el poeta que más plaquettes tiene publicadas en este país. El escritor de la Alberca nos contó que en  casa de sus padres sólo habían tres libros misteriosos: Cádiz de Galdós, Tiempos difíciles de Dickens y El divino impaciente de Pemán. Dos de ellos tenían el sello azul del Patronato de misiones pedagógicas, y uno de ellos le desapareció, el de Pemán. El polaco se explayó con una edición de JRJ que había encontrado en el arroyo con el inconfundible sello azul y divagaba en sus ensoñaciones de virutas de humo, si ese libro no sería de la biblioteca que organizó por la zona Cernuda.

Con una primera edición de Platero y yo llegó el Dr. Mabuse. Como en esas lides de ediciones principes nadie gana al poeta de la intemperie, éste se enzarzó en una discusión sobre la autenticidad de la misma. Esta vez el trapero no entró al trapo y a toda vela con su libreta indiscreta para no ahuyentar al sargento pimienta.
“YO (con aires de Manzaneda) cuando cumplí 50 años de poeta preparé una reproducción de la primera edición de Platero y yo hecha con dibujos de Baltasar Lobo y la introducción de T. Sánchez alentada por la Diputación de Zamora. Esta semana me llegó por correo postal un libro de mi amigo Colinas y Visión de la ruinas, mi nueva plaquette". “A ver si sigues el ejemplo de Gómez de la Serna y repartes en el baratillo, a los ultramarinos y demás recua, alguna de las publicaciones que no sabes qué hacer con ellas, total somos cuatro lo que te leen y tres estamos aquí", apostilló el trapero.

El Hagiógrafo del zumbao Larsen y amigo de Bonilla DF le preguntó al poeta si había encontrado algún libro interesante en estos años de vagar por esta orilla de la vida. “Me encontré con una edición modernista inglesa de W. Scott y Metropolitano de Barral en la editorial Cantalapiedra (Santander). Por mi forma de ser, siempre en segundo plano, no me gusta molestar ni perderme en el barullo de los apandadores y mercachifles mercantiles de Baratijos. Ayer, sábado, en Cadórniga me llevé nueve ejemplares de la revista Orígenes de Lezama. Que conste que sólo conozco un puro buscador de libros, Carlos Sahagún". El polaco se quejó con un carraspeo y sentenció: “Y los ultramarinos, que buscan la gloria en este desguace”.
Siguió el deán de Rueda con su discurso romántico: “Ya os mandaré una foto con mi Ex libris donde aparece la frase de mi amado Juan de la Cruz: que mana y corre, y al lado una fuente. Tengo otro Ex libris del pintor Zacarías González, en él aparece una estantería llena de libros y en el medio un cuenco del que brota agua. Yo soy piscis”.

Gromov empezó sus disquisiciones etimoñológicas sobre el origen de la palabra fonte mientras Bombita ojeaba el libro sobre la documentación del archivo de León y el cronista de Indias empezaba el primer capítulo de Neguijón; el trapero cerró el maletero dando por concluida la cartilla de racionamiento de libros.
Nos despedimos celebrando la primera colaboración en el blog de la primera ultramarina con un recorte de La vida mitigada, impresiones del secreto escritor zamorano.



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