24 de marzo de 2015

Fobias / Filias





¡Cómo odio las ordenadísimas columnas y pirámides de novedades en las librerías! Me recuerdan a las alpacas de alfalfa que arrojan las cosechadoras en las eras y que los agricultores apilan para su almacenamiento. Su geometría me produce angustia, como Nueva York a García Lorca. Además, mucho se ha hablado del agradable olor del libro nuevo, pero eso sería antaño; porque ahora, con los tratamientos para librar de cloro al papel, algunos huelen que tiran para atrás.

En cambio, ¡cómo me gustan los montones desordenados de libros de viejo! Cuanto más heterogéneos, mejor.  Conozco vendedores del Rastro que los recogen ordenados en cajas (las de plátanos y kiwis son estupendas, por lo robustas y ligeras). Nada les costaría exponerlos con los lomos de los ejemplares a la vista, mostrando sus títulos y formando módulos. Pero no: conocedores natos del merchandising, los vuelcan a voleo para que los compradores rebusquen a su sabor entre la hojarasca de papel escrito.


[BUBBLE BOY]




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