18 de marzo de 2015

Las malas compañías


El Rastro, invierno de 2015


Con un sol primaveral que borraba la sombra del frío el Rastro tenía cara de bulería.Todos coincidían en el éxito que tuvo la presentación de las novedades Ultramarinas en el Mansillés aunque algún retorcido decía: “Érais más hablando que escuchando”. Del menú exquisito de La Curiosa (origen del nombre: le comentó ella a él mira que casa tan curiosa para hacer un casa de comidas) destacaron las croquetas de Pedro Salinas y el brindis del poeta de la intemperie que recordó, al ver un ejemplar de los Cuentos libidinosos (próxima entregarondando por la mesa, que él había participado en una antología erótica, Los cuentos del doctor Pichardo.

Nos acercamos a Reto.Allí nos esperaba un madrugador Gromov con tres recados:  el expurgo universitario en la calle de la Serna nº58,  los saldos de libros de la librería Don Bosco y el Tiempo de destrucción para el trapero. No reveló sus fuentes siguiendo sus costumbres de baratillero.
En la Furgodesván Bombita intentaba colocarle al berciano unas postales de ruedo y albero, y un libro de toreros burgaleses que por un precio razonable había adquirido en el Tendido. Negociando los dejamos, el resto bajamos camino del zoco donde dos marroquíes discutían en el idioma que escuchan los camellos del desierto. Por el tono de sus voces adivinamos el filo de la daga. La gente los miraba con extrañeza. Un gitano le traducía a su primo lo que estaban diciendo : “Se queja porque le ha quitado el puesto y el otro le dice que hubiera madrugado más". "Pues lleva más razón que el agua del río", contestó el otro.

El anticuario Bautista ocupaba toda la acera con un castillo de cajas de cartón llenas de best sellers y alguna antigualla. El Amanuense buscaba el tomo segundo de Fantômas sabiendo que no lo iba a encontrar; Tinofc presentaba el lote encabezado por un Camba desmejorado al chamarilero que buscaba en la primera página la fecha que le diese una coartada para subir el precio.
Pudimos comprobar en el tenderete de la estación cómo las maletas se van vaciando con cada domingo que pasa, y confirmamos una de la verdades rastreras: Cuantos más libros compres más barato te sale (siete libros  le costaron a Larsen diez euros;  por tres libros el polaco pagó siete euros. Del amanuense no hablamos porque cada vez que abre la cartera y le ven la colección de tarjetas, por cada una de ella le suben un euro).

Como hacía mucho tiempo que no saludabamos al juglar del desengaño nos acercamos siguiendo la estela del estepario. Allí, enredado en una manta, el maletilla de Torre escarbaba entre  los sobres de semillas. El cartel, con tipografía gótica, decía: "Por la compra de tres sobres de semillas regalo un libro". Garcilaso, con su lengua embaucadora, nos dijo que para los amigos tenía unos libros estudiosos de la Diputación de Salamanca. Se los repartieron el ruso y el trapero (sin roces, raro en ellos) mientras que Bombita aprovechaba la oferta hortelana ahora que se acerca el cambio estacional.


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