8 de marzo de 2015

Presentación en El Mansillés


Foto de Eloy R. Carro





Coincidiendo con los primeros bosquejos primaverales, esta mañana se han presentado las novedades ultramarinas del invierno en el café El mansillés,-de esos en peligro de extinción con mesas de forja y mármol- idóneo por su antediluviano aire de tertulia literaria. En un acto breve, el editor Malabia -muy bien acompañado por otros tantos tertulianos de prestigio como José Luis Puerto, Antonio Toribios José Miguel López-Astilleros, Bruno Marcos, Miguel M. Panero y una insigne figura del Quijote- ha mostrado el género de la temporada, expuesto ante un público más numeroso de lo habitual.  Mario Paz ha hecho un repaso por los contenidos de La Galerna, la revista de crítica literaria de estampa decimonónica cuyo primer número ve por fin la luz, con una serie de retratos literarios de autores variados que van desde Bécquer a González Ruano. Ante la mirada atenta de José el anticuario se leyeron las impresiones del editor y una volandera de urgencia sobre el cierre del tabernáculo sagrado de la calle Cantareros, antiguo emplazamiento de las presentaciones Ultramarinas. Para cerrar el acto, amenizado por la música en directo de Mónica y su violonchelo, Bruno Marcos presentó la reedición de Morir de viento, el libro de poesía (cuya primera edición ya es inencontrable) que Jorge Pascual escribió antes de los diecinueve años, y cuyos ejemplares llevados hoy a la presentación se agotaron rápidamente. La espontaneidad del joven poeta que declamó algunos de sus textos provocó la petición de varios bises, clausurando el acto un poema de la adolescencia que, cantando la belleza de una mujer que se perdió en el recuerdo, nos dejó una sonrisa esbozada en el rostro y un aura de candidez.  

Para no perder el hilo literario fuimos a comer a La curiosa, donde un busto de Demóstenes y una vieja máquina de escribir nos guiaron por el camino del exceso. Las historias reales o inventadas y los platos de comida sin dueño iban y venían: las croquetas le gustaban mucho a Pedro Salinas, exclamaba Puerto sonriente. También alguien se jactaba ante su ración de pulpo que en su gusto por el molusco le precede Federico García Lorca, para no parecer menos importante. El vino de la tierra (que corrió a raudales en la comida ultramarina más multitudinaria) provocó brotes literarios en los comensales que, entre versiones dispares de concursos universitarios, auguran colaboraciones femeninas nunca previstas en una cercana publicación de relatos eróticos con vistas a ser presentada en las inmediaciones de un puticlub. De esta y futuras presentaciones regidas por la itinerancia se fueron hablando los asistentes en corrillos por entre la sombra de los soportales y el justiciero sol de la siesta.  

[Raquel Llamazares]


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