7 de marzo de 2015

Las malas compañías



El Rastro, invierno del 2015


En  la furgoneta del bipolar Boris escondía Gromov su compra mañanera en tres bolsas. Nunca le habíamos visto hacer tanto derroche en el Rastro; seguro que se había aprovechado de unos de los bajones de ánimo que le dan al chamarilero que lo mismo te regala diez libros y te cobra uno o rompe delante de ti el Quijote con grabados de Vela Zanetti.

En el paso de cebra del zoco dispuso su habitual tertulia el poeta de la intemperie. A su alrededor los Ultramarinos escuchaban con devoción sus sincronicidades y sus últimos hallazgos: unos cantares de ciego y unos evangelios en miniatura. Todo se lo había ofrecido un quincallero en el bar y, a la vez, le había invitado a un café.  Según le contó el tipo todo el material había aparecido en el desván de una señora difunta del Val de San Lorenzo. 
Entre tanto Diógenes dominguero y jabalíes hocicando en las cestas de mimbre, el alfranquino exhibía su distancia de iluminado. Sacó unos papelines donde apuntó unos coplas populares sin rima, recogidos por Leo Garduña en la maragatería y el título de un libro de aforismos que le recomendó el polaco.
“El amarillo es el color de la vida, por eso la gente lo odia tanto", con estas dieciséis palabras de Cioran se despidió y se fue con su grabadora camino del Almirantado de Rueda donde le esperaba cuatrodedos

Dimos una vuelta rápida por el desguace; en el puesto de Ramusnas, nuestro amigo lituano, Tinofc se hizo con dos recetarios de cocina popular y Bombita con uno de pinchos de  cocina vasca. "Son para regalar, a mí del pescado y de las verduras a la plancha no me sacan”, bufaba el polaco. Bombita se alejó por la orilla del río buscando a Marconi.
Vimos a Gromov revolviendo en la persianera de Marchena que gritaba con cierto desafino y sin convecimiento: “Dos libros por tres euros".
Antes de Irnos escuchamos las quejas blogueras del ruso: “No sé si volveré a publicar más posts, me he sentido maltratado por el zorro plateado que me dice que siga de vacaciones por el bien de los pocos lectores que quedan; el cuervo me insinúa, con su delicadeza de presocrático, que me he apoderado del blog como los mendigos de Viridiana; el trapero Larsen me dio, hace dos semanas, el primer aviso taurino quitándome la clave de acceso. Creéis que así voy a tener ganas de publicar los veinte bestiarios del Quijote que faltan y los cinco posts de las playmates bibliotecarias. Con esta presión no puedo trabajar”.



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