14 de diciembre de 2013

Álvar Núñez Cabeza de Vaca y la Paraponera Clavata






Álvar Núñez Cabeza de Vaca y la Paraponera Clavata


El descubrimiento y conquista del Mundus Novus, por insidia de la Cartografía América, al margen de leyendas negras y leyendas rosas, con sus primitivos cronistas al frente, nos ha dejado un importante número de obras de primerísima fila en las letras hispánicas. Ahí están Fernández de Oviedo, Cabeza de Vaca, Cieza de León, Bernal del Castillo, José de Acosta, Las Casas…y tantos otros, cuyos trabajos no sólo interesan a la Historia, Cosmografía y Ciencias Naturales; interesan y mucho a la Literatura.
Algunos de ellos profesionales de las letras, de “retórica muy subida”, pero otros simples soldados, a lo más “bachilleres”, con una prosa directa, fresca, con gran sencillez de estilo, casi ingenua. Hay que recordar que se enfrentaban a animales, plantas, situaciones,  nunca antes vistos por europeos, para los que no existían palabras de referencia. No podían nombrarlos, tenían que describirlos tal como los veían y otras veces como los imaginaban.

Si durante las últimas generaciones se han hurtado a los españoles las gestas del descubrimiento y conquista americana, siempre cargando las tintas en la leyenda negra (salvo el período franquista empapado en la leyenda rosa), como si los españoles fuéramos de otro planeta, una aberrante excepción en la historia de la colonización, en la actualidad la cosa no ha cambiado nada o ha ido a peor. Si “los sueños de la razón producen monstruos”, los de la ignorancia producen zoquetes como aquel concejal (creo que de Mijas) que proponía como alternativa al nombre de la calle “Del Descubrimiento” el de “Villa Romana” por aquello de la “limpieza étnica llevada a cabo por los españoles”. Lo peor es que como éste hay legiones, para mengua de la casta. Asín nos va.

Mientras esperamos que prospere el enfoque moderno, objetivo, científico, lejos de ambas leyendas, podemos ir “redescubriendo” las obras de los autores citados anteriormente y de otros tantos historiadores de Indias cuya prosa en nada envidia a la del Siglo de Oro, hoy totalmente ignorados por el público en general. A la gran calidad literaria se le añaden las noticias geográficas, históricas y científicas, muchas por primera vez reseñadas, con lectura casi siempre tan amena como una novela. Por ejemplo, los relatos de “Naufragios y Comentarios” de Cabeza de Vaca que hacen que el mismísimo Indiana Jones parezca un boy scout. Un tipo que se recorre medio territorio de lo que es hoy Estados Unidos, que va desde Florida a California a pie, descalzo y desnudo, pasando por Alabama, Mississippi, Luisiana, Texas, Nuevo México, Arizona y Norte de México no es moco de pavo. Fue el primer europeo que vio y describió las cataratas del Iguazú y exploró el curso del río Paraguay, fue el primero que vio la desembocadura del Mississippi, el primero en hacer una operación a corazón abierto en América… y el pionero en tantas y tantas cosas. 

Quizás también es el primero en describir los efectos de la picadura de la Paraponera Clavata. Lo describe (por mano de Pedro Hernández) en el capítulo LIV, folio 109 de “La relacion y comentarios del governador Alvar Nũnez Cabeca de Vaca, de lo acaescido en las dos jornadas que hizo a las Indias“, Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba, 1555, en estos términos:
“Tambien ay en esta tierra otras malas sabandijas, y son unas hormigas muy grandes, las quales son de dos maneras: las unas son bermejas, y las otras son muy negras, do quiera que muerdan cualquiera dellas, el que es mordido esta veynte y quatro horas dando bozes y revolcandose por tierra, que es la mayor lastima del mundo de lo ver, hasta que pasan las veynte y quatro horas no tienen remedio ninguno, y passadas se quita el dolor”











Está describiendo con precisión la picadura con aguijón, como sus primas las avispas o las abejas, de la “hormiga bala”. Dicen que su picadura se parece a un impacto de bala. O también “hormiga veinticuatro” llamada así por razones evidentes, como le dicen en Venezuela, Costa Rica y Colombia, temida allí por los campesinos casi tanto como las propias serpientes.



[El Amanuense]




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