2 de diciembre de 2013

Intonso y en rama

Los libros de la gresca: el tomo 1, parcialmente intonso (de Gromov) y el tomo 2, en rama (de Larsen)                   


[Hay un gran revuelo en el Rastro, pues ya hace rato que han arrojado al suelo unos cuantos cestos de vendimia atiborrados de libros y los seres ultramarinos, expectantes, se sumergen caóticamente en sus profundidades abisales buscando escondidos tesoros.]


INTONSO Y EN RAMA



Gromov [al vendedor, exhibiendo los pliegos sin cortar de un tomo de cuentos españoles de los años 40]: Oye, este libro has de dármelo barato, que tiene las hojas pegadas.

Larsen: ¡Qué bestia parda eres, Gromov! Estás haciendo una tara de lo que es en realidad un mérito del libro: el que nunca haya sido leído.

Gromov [picado]: ¿Y tú por qué metes? De sobra sé que no está defectuoso, pero ¿acaso dije yo algo hace un rato cuando ante mis narices, que yo lo vi, pillaste el tomo 2 de este que tengo yo? Sí, pedazo de hipocritón, un ejemplar que estaba en rama, pero no descuadernado, como dijiste para depreciarlo y llevártelo barato con el resto del lote. Pero si está claro: tú, lo que quieres, es mi tomo para completar la obra.

Amanuense [conciliador]: Haya paz. A ver, Larsen, déjame ver.

Larsen [pasándole su ejemplar]: No había oído nunca eso de “en rama”.

Amanuense: Porque has manejado poco catálogo. “En rama” es el libro sin las tapas, sólo el cuerpo, el “tocho” para  que me entiendas. Y no tiene relación con las ramas de los árboles. Tiene que ver con la rama que, en tipografía, era el marco que ciñe la plancha para imprimirla. Viene del alemán rahmen (Gutenberg y tal, ya sabéis). 

Gromov [enteradillo]: Eso es; por ejemplo, justo antes de la Guerra Civil muchos ejemplares quedaron sin encuadernar debido al devenir de los acontecimientos, y así se quedaron. Y otro caso es cuando el Concilio Vaticano II proscribió el latín de las iglesias, y a muchos misales ya impresos no se les llegaron a poner las carísimas cubiertas de cuero al haber quedado obsoletos e invendibles (salvo en mercadillos, que todavía se encuentran así).

Amanuense [devolviendo su tomo a Larsen]: A ver el tuyo, Gromov [lo coge y trata de leer entre hojas contiguas del libro insertando los dedos índice y corazón] ¿Y sabéis cómo se llaman este tipo de ediciones con las hojas sin cortar?

Tinofc [que hasta ahora ha estado a lo suyo, aprovechando el río revuelto]: Son libros intonsos. Yo tengo algunos de poesía editados expresamente así. Antiguamente había una herramienta, llamada plegadera, tanto para doblar como cortar los cuadernillos. Recuerdo a Anna Karénina leyendo novelas francesas en el tren de Moscú a San Petersburgo, separando ansiosamente las hojas y usando la plegadera como marcapáginas mientras se entrevista con Vronski en una parada…

Amanuense: Las más apreciadas eran de hueso, pero luego se emplearon abrecartas de metal, y más modernamente carnets, tarjetas de crédito o similares. Eso cuando no hay algún bibliodepredador que usa el canto de la mano o lo primero que pilla…

Tinofc: Bueno, lo que dices es mejor que usar la guillotina a destajo para desvirar los salientes… Pero, como bien señaló Larsen, el que un libro esté sin abrir es una prueba de lectura, o más bien, de no lectura. De hecho hay quienes los dejan así, intonsos, como preservando su virginidad…

Gromov: Es verdad, en mi tomo se ve que algunos cuentos han sido leídos y otros no. Por cierto, “tomo” e “intonso”, ¿no tienen alguna relación con “cortar”? “Intonso” parece tener la misma raíz que la tonsura que se hacía a curas y frailes, y que el toisón, que era una piel de vellón “atusada” como trofeo o distinción. Además, recuerdo que, en tiempos de Cervantes, se llamaba intonso (poeta, soldado, etc.) al que “ aún no tenía un corte”, o sea, al ahora llamamos novato. Y “tomo” es como una parte cortada de algo…

Amanuense: Muy cierto. Ambas palabras tienen relación, pero por distintas vías: “tomo” viene del griego temno, que significa literalmente “yo corto”. E “intonso” proviene del latín tundere que significa cortar, trasquilar. Los novicios y legos no iban tonsurados, llevaban la cabeza rasurada a lo motilón. Y en la ceremonia de ordenación o de hacerse monjes o frailes, el obispo o quien fuese les cortaba distintos mechones según los grados.

Tinofc: ¿Qué es eso de motilón?

Gromov: Esa me la sé, también está en Cervantes. Es un corte de pelo como el de los antiguos indios motilones: el típico corte todo igual alrededor de la cabeza, que modernamente se llamó “de bacinilla”, vamos. En el Quijote hay un divertidísimo cuento de una viuda que se amanceba con un mozo motilón, y cuando la recriminan por lo gañán que es, la muy indina replica que, para lo que ella lo quiere, bien le vale así.

Larsen: Pero bueno, eso de la tonsura es cosa del pasado, ¿No? 

Amanuense: Sí, antaño tenía un significado místico, se dice que incluso derivado de los druidas o del paganismo. En El Monje, una novela gótica de Mattew G. Lewis que se desarrolla en España, el depravado fray Ambrosio es despeñado en un acantilado por un diablo en forma de un águila que le clava sus garras en la calva de la  tonsura… 

Tinofc [al Amanuense]: Pues tú, ten cuidado, porque todos los de la cofradía tenemos buena mata de pelo. Sólo “fray Amanuense” parece tonsurado…

Amanuense [risueño]: A ver si os va a pasar lo que a Sansón… [A Larsen y Gromov] Bueno, y entonces qué: ¿os quedáis cada uno con un tomo?

Larsen: Sí, y yo me voy pitando, que me espera mi Dalila, no sea que me rape.

Gromov: Pues yo, ya sabéis, “el buey suelto bien se lame”. De todas formas, mi tomo es el de la cuentística medieval, que es la que más me interesa.

Tinofc: Ya, “dijo la zorra a las uvas”…

Intonso, por H.-A. Zo                           Tonsura, del Bonanni



***************

[De la fonoteca ignota del eximio Spasavic]
                                                                                             

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.