17 de diciembre de 2013

Regatear

El paraíso del regateo   (Imagen del Rastro de Madrid en 1929)

[Gromov lleva bastante rato ojeando un libro y mirando si está o no cosido, comprobando si falta algún cuadernillo, buscando quién es el traductor, examinando si es o no una primera edición…  Impacientes, los ultramarinos consideran abandonarlo a su suerte.]


Regatear

Tinofc: Venga Gromov, no le des tantas vueltas, que nos van a dar las uvas. Llévate el libro de una vez.

Gromov: Hay que pensárselo bien. Aristóteles decía que toda acción se basa en un equilibro de consideraciones. En tu fuero interno tienes que ver si realmente lo que vas a comprar te interesa, sopesar los pros y los contras, y luego tomar la decisión.

Larsen: ¡Hombre!, si te fueras a comprar una casa o a jugarte una fortuna al azar, entonces entendería tus cavilaciones. Las pujas en las subastas, las posturas y envites en la ruleta y juegos de naipes, esas sí que requieren los cinco sentidos para contraatacar y estar al quite. Pero en esto [despreciativo, señalando el libro] no sé qué tienes que rascar.

Tinofc: Estando en el Rastro se me ocurre otro ejemplo de ese “equilibrio de consideraciones” aristotélico: los “toma y daca” al regatear con el vendedor en una compra. Porque mucho me temo que, aquí, el ruso, se está pensando ratear en el precio.

Gromov: Bueno, ¿y qué? Ya sabéis eso de que “no compra barato el que no porfía un rato”. Y que “quien no regatea, mal su dinero emplea”.

Tinofc: Yo, el regateo no lo veo con sentido mercantil. Para mí, más bien, es como las escaramuzas previas al boxeo, la lucha,  o incluso la guerra, donde los contendientes, a modo de juego, tantean al contrario para comprobar sus límites y posibilidades antes de entrar en singular batalla. 

Amanuense: Pues para mí es comparable a otras lides: las del escarceo amoroso; a los preliminares, vaya. Una parte va haciendo incursiones cada vez más atrevidas y la otra las acepta y cede; y, si no, te para los pies (o las manos) y te pone en su sitio.

Larsen: Y supongo que no es casual el que también se hable de regatear en el fútbol, cuando un jugador amaga y dribla a su contrario. Es como cuando el comprador quiere hacer una finta al vendedor con el precio ofertado, rebajándoselo sustancialmente.

Gromov: Pues no sé qué deciros. “Regatear” (o “recatear” que también así se dice) viene de “recatar”, que es mostrar recelo al tomar una resolución. Y esta palabra, a su vez, deriva del latín re-captare, que quiere decir volver a coger o a pensar algo, es decir, reconsiderarlo. Y también tiene que ver con “recato”, es decir, con la reserva o cautela con la que se hace algo.

Amanuense: Sí pero, fútbol aparte, el regatear es consustancial al trapicheo o menudeo; o sea, al mundo del baratillo. Si el comercio es de más enjundia, no se regatea: entonces se negocia.

Gromov: No lo veo tan claro. En inglés, negociación se dice “bargaining”, pero “bargain” también significa “ganga”, “baratija”.

Tinofc: Pues yo creo que el Amanuense tiene razón. Porque “regatear” también quiere decir “escatimar”, como cuando dices: “no regatearé esfuerzos en conseguirlo”, que significa: “no me andaré con chiquitas”. Así que, Gromov, una vez que ha quedado visto que regatear es algo ruin, coge el libro ya y vámonos de aquí.

Gromov: No sé por qué el polaco me apremia tanto. Creo que es Trapiello o alguien de su cuerda quien defiende el regateo por sistema. Porque si se omite y se cierra una compraventa de buenas a primeras, entonces una de las dos partes pensará que ha dado de más, o cobrado de menos, y quedará descontenta del trato. 

Amanuense: Eso confirma el dicho: “siempre antes de ajustar, regatear”.

Tinofc: [a Gromov, que sigue dubitativo] ¡Pero hombre!, si por el libro ya te piden una miseria… Págalo de una vez.

Gromov: Me da igual: “hay que pedir lo injusto para que te den lo justo”.

Larsen: ¡Pues ahí te quedas, agonías! Nosotros nos vamos, que no tenemos toda la mañana. 


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[De las anotaciones subrepticias del archisapiente Spasavic]


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