6 de mayo de 2013

El diario secreto de Pushkin



Una temporada en el infierno





EL DIARIO SECRETO DE PUSHKIN

Esta obra, como pretendido diario del último año de la vida de Pushkin, es pura superchería. Así lo da a entender su propio editor con la patraña prologal del manuscrito perdido y/o encontrado que ya antes de él emplearon, entre otros, Cervantes, Potocki, Manzoni y Eco.
Ahora bien, como novela erótica es estimable. Es sabido que Pushkin tenía ancestros africanos (el famoso “Negro de Pedro el Grande”) y una libido desbordante. Se conserva una lista parcial autógrafa de sus amantes (detrás del nombre de alguna de ellas figuran dígitos en números romanos). El personaje, por tanto, un mito de la cultura rusa, daba juego, y aún más si se tiene en cuenta su trágico final, del que ya se ha hablado en una tentativa ultramarina anterior. De esta forma, el autor del bulo convierte al simpático poeta fetichista de los pies (véase el Capítulo 1 de Eugenio Onieguin) en un atleta sexual corroído por la certeza de un destino ominoso.
Como complemento de este libro recomendaríamos dos lecturas muy distintas (entre sí, y de la que nos ocupa): la intimista “Mi Pushkin” de María Tsvietaieva en Acantilado y la apasionante (y, esta sí, documentada) “El botón de Pushkin” de Serena Vitale en Muchnik.

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Colaboración conjunta a partir de las conversaciones mantenidas por Charlus (quien ya había leído una edición mexicana pirata que circula por internet) y Jupien (quien, excepcionalmente, le prestó esta coqueta edición de Funambulista, con portada de Kiprenski, de su biblioteca particular e intransferible).




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