26 de abril de 2014

Bestiario del Quijote XXVIII


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ANIMALIA

El primer reino natural en los insultos y baldones quijotescos

 

Mucho se ha escrito sobre la variedad y gracia simpar de los vituperios cervantinos. Delfín Carbonell tituló su famoso diccionario del español cotidiano, popular, familiar, coloquial, grosero y malhablado a partir de uno de ellos: Sohez. Pero nosotros nos hemos servido aquí de uno de los útiles repertorios del Quijote de Ediciones Ibéricas debidos a José Bergua, que también figuran en la edición de Porrúa con prólogo de Américo Castro. De esa larga relación de improperios hemos espigado los siguientes, vinculados al reino animal. (Entre paréntesis, los otros dos reinos naturales también proporcionan variados ejemplos de cómo poner a alguien “a bajar de un burro”. Así, sin ser exhaustivos, del vegetal, denotando estulticia, provienen: “alcornoque”, “berzas”, “bellotero”, “cebollino”, “mastuerzo”…; y del mineral, normalmente para indicar cerrazón, se pueden citar: “adoquín”, “alma de cántaro”, “ladrillo”, “marmolillo”, “mojón”, “pedrusco”,…).

Pero vamos al meollo, y por orden de aparición de exabruptos bestiarios, en la primera parte del Quijote tenemos: “fiera” (I,13) y “fiero basilisco” (I, 14) para significar inhumanidad; “lengua viperina” (I, 30) como epítome de la maledicencia; “perros, naturales enemigos nuestros” (I, 41), en boca de un moro referido a los cristianos; y “monstruo de la naturaleza” (I, 46) en la de don Quijote magnificando la simplicidad de su escudero Sancho.

La segunda parte es más pródiga en animalescos modos de poner a alguien “como chupa de dómine”. Así tenemos “dar del asno, del mentecato y del atrevido” y “perro ladrón” (II, prólogo); después “hideperro” (II, 3) y una tanda de piropos que Sancho dedica a su esposa: “bestia y mujer de Barrabás”, “animalia”, o sea, alimaña, y “pazpuerca” (II, 5). Vuelven los sufridos perros como “canes” (II, 26) y “mal aconsejado perro” (II, 68) y los pollinos: “burra de mi suegro” (II, 10) y “asno eres y asno has de ser y en asno has de parar” (II, 28). También aparece “bestia” (II, 28), así como “cobarde criatura” o “ánimo de ratón casero” (II, 29).

Hay varios vocativos más para aludir a la fiereza de algunos seres humanos: “miserable y endurecido animal” y “bestión indómito” (II, 35); “animal descorazonado” (II, 41) o “monstruo horrendo” (II, 57). Y concluimos con un catálogo razonado de actitudes y epítetos de diversos bichos: “ojos de mochuelo espantadizo” (II, 35);  “garras de cernícalo lagartijero: puerco y extraordinario abuso” (II, 63);  “leones carniceros” (II, 68) y  “tigre, Nembrot soberbio”  (II, 69).

Por otro lado, el tema de los insultos cruzados entre Cervantes y Avellaneda (quien trata de cornudo consentido al vero autor del Quijote) daría para una tesis doctoral.

Don Quijote, furioso


[Gromov]

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