21 de abril de 2014

Los recursos ultramarinos


Las postrimerías del imperio ultramarino



Como ya ha transcurrido más de un siglo del desastre del 98, nos quedan un poco lejos los modos de pensamiento de entonces. Cuando oímos hoy la palabra “ultramarinos” la asociamos únicamente a esa añeja tienda de comestibles con mostrador de mármol y  báscula para la venta a granel. Pero antes de la pérdida de las colonias, en el inconsciente colectivo había otras resonancias y acepciones, como hemos constatado leyendo a Galdós en sus Episodios Nacionales.

Así, por ejemplo, cuando una esposa como Valeria Socobio quiere “desembarazarse de una gran calamidad”, o sea, del inútil de su marido para poder entonces mangonear a sus anchas, resuelve “mandarlo a Filipinas”. Y una vez pasaportado su cónyuge, confiesa aliviada a su confidente Teresa Villaescusa que, en España, los territorios ultramarinos resuelven bastante bien la papeleta en ausencia del divorcio del que gozan otros países europeos.

Y cuando el marqués de Beramendi quiere meter en cintura al manirroto de Aransis para sanear sus cuentas, le argumenta que “en España tenemos un medio seguro de aliviar la desgracia de los que por su mala cabeza pierden su hacienda. Se les manda a la isla de Cuba”. Y añade: “España posee una notable ventaja sobre los demás países: posee un bálsamo ultramarino para los males de la Patria.” Éste es, por supuesto, “un buen destino para recobrar lo que aquí se les fue entre los dedos”.

Otra posibilidad de restauración patrimonial puede llegar, claro está, por vía de matrimonio “con una guajirita muy mona, tierna y leal”, poseedora de “ingenios, potreros y cafetales que reserva la virgen América”, cuyas “miles de cajas de azúcar se podrán verter en el océano de las amarguras patrias” para endulzarlas. A esto, Galdós lo llama con cierta retranca, “buscar una heredera rica en el ramo de ultramarinos”.

Y por fin, cuando a Narváez o algún otro espadón molestaba por su disidencia algún militar (o civil) díscolo, la solución era destinarlo (o desterrarlo) a alguno de esos insalubres lugares ultramarinos: ¡santo remedio!

[Gromov]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.