12 de abril de 2014

Las malas compañías



    El Rastro, primavera del 2014
                                                       


"Yo no vuelvo sobre lo andado", con esta aspereza de Larsen se encontró el inspector Ocramalliv a primeras horas de la mañana. Subieron caminando por la acera hasta el negociado de Reto. El Polaco nos devolvió con sus palabras de linotipista las tipografías de Rawic y Amster. Presumía de tener en su biblioteca algunos ejemplares muy valiosos encontrados en este desagüe en los días de vino y rosas.
Mientras descargaban las cajas de cachivaches, el decano del Rastro miraba pacientemente desde lejos los restos de libros y pensaba en voz alta: "A ver que nos trae el azar". "Unas hojas sueltas para hacer una infusión", soltó con esa retranca paramesa el Enciclopedista. En esa espera habitual se paró enfrente de nosotros una furgo y de la ventanilla apareció Demóstenes. Se alegraba de ver a la cuadrila reunida en torno al tenderete. "!Pasaros más tarde que hoy traigo novedades: fina lencería". El vendedor Gongorino nos soltó el cebo para volver a vernos en el Desengaño.
El Decano nos lanzó una pregunta con la certeza de encontrar algún erudito que le sacase del hoyo (No estaba esta semana el docto Spasavic, por tanto lo iba a tener difícil). "¿Sabéis de algún libro sobre relojes de pared?". El Ilustrado le recomendó un libro de relojes de León. Seguimos con la vista el recorrido de Ocramalliv pasando revista a la tropa de libros; con un gesto de rechazo alzó la voz un poco más de lo normal para decir ¡Vamos!, y añadió una apostilla fuera de tono: "Los libros son para disfrutarlos o si no tirarlos a tomar por culo". Qué decir ante semejante aforismo Bukoskiano.

Bajamos hacia la Cacharrería sin pausa y con prisa -por si aparecía el fantasma de Palencia-, disfrutando de los rituales de los Chamarileros. Nos extrañó la puntualidad del orador, que ya tenía todos los libros en el suelo, encondidos en unas cajas  de marianos (según sus palabras) donde podías encontrar lo mismo una cartilla de Rubio, un sujetador de Teleno o un libro de cuentos de un escritor egipcio. "¡Son los de siempre!", con estas cuatro palabras el Polaco nos invitaba a no parar  y seguir nuesta marcha. "Arrea,  me  quedo a echarle un ojo!", se disculpó el trapero. Fue sacar el primer libro y vimos cómo daba la vuelta Tinofc y se apuraba entre las cajas y la colección de primavera de zapatos de Maripaz. En un momento se juntaron en las manos de Calambrinas  un libro de Loriga y un Adonais de una poeta desconocida; ahí reposaban la literatura de barra de bar y las cenizas del último verso. Larsen devoto del manco gallego se conformó con El resplandor de la hoguera.

Se quejaba el Polaco de los precios que puso el profeta del carro a la biblioteca de escritor Héctor Vázquez Azpiri en Cadórniga el sábado. Le dio por elegir tres libros y le pedía 80 euros, alegando que eran primeras ediciones.
Se llevó algunas migas para dar de comer al jilguero de su altillo. Recordamos que el difunto había escrito en la popular Juglar la biografía del cantante de En la Planta 14.
En el Tendido nos esperaba el Pérez Reverte de esta provincia: el Amanuense, que a sus años se le está reconociendo el valor de sus escritos apócrifos. Después de contar las desventuras del bohemio y su perro K., está documentandose con el libro de Margarita sobre el Cáliz de Doña Urraca para el próximo episodio de ese Alatriste de  los tejados.
Sorprendimos al Dr Mabuse con un juego de llaves recién comprado. Nos explicó las difentes formas de cada una de ellas y su utilidad. A su lado, Larsen permanecía en silencio cautivado por las palabras del cerrajero. Terminó su disertación desvelándonos que en sus apellidos llevaba el nombre de dos pueblos de la provincia.

En la esquina del casino, el hidalgo de Matallana repasaba pegado a un libro de Unamuno unos escritos de la Universidad de Salamanca. "Cuidado no te pase como don Filemón de la Huerta, el director del Diario de León, que de tanto leer teminó en el manicomio", le dijo sin piedad el primo de Freud; "Mejor terminar ahí que atado a un pesebrero", con esa fatalidad nos despachó.

No pudimos resistirnos ante la oferta de 50 céntimos en la Escombrera. Lo raro de la búsqueda fue encontrarnos algunos libros curiosos que la semana pasada nos habían pasado desapercibidos. En la Colección del Jardín ameno nos apareció los libros Vampiros y Salomé con poemas e ilustraciones de diversos artistas. Larsen no pudo resistirse ante unas memorias del poeta Brodsky.
El primo de Freud observaba minuciosamente el comportamiento del capitán Nelson y su grumete. Se aventuró a  sacar una conclusión, tal vez, lastrado por sus lecturas universitarias de Mircea; "habéis visto la atracción de estos sujetos por los brillos, los dorados y los espejos que comparten con las culturas primitivas". Como no estaba el replicante Gromov Nexus 6,  asentimos y seguimos a lo nuestro. 
En el suelo, el  funesto trapero recogía recordatorios y notas de pésame de una funeraria desaparecida y los disimulaba entre los páginas de sus libros para su futuro estudio sobre los papeles perdidos en el interior de los libros.

En la furgodesván, el Bill Gates del Bierzo -así se presentó el ultraísta- nos ofrecía la solución a nuestra ignorancia histórica de base en una Historia del Socialismo, en cinco volúmenes. Nadie se atrevió con la obra porque creían que le faltaba algún volumen. Larsen truequeó una agenda con portada de terciopelo naranja lujuria por el libro El arte de pensar de Manuel Cruz.
Nos despedimos del Amanuense que se iba para Milan con la esperanza de tener algún hueco para rastrillar el Mercatone del Naviglio Grande. Quedaron en la acera Larsen y Tinofc compartiendo la tristura, que otros llaman envidia sana. Non é affatto personale. El resto, continuamos a la deriva



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