2 de abril de 2014

Prolegómenos a un Bestiario de Indias (I)


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El amigo Amanuense, uno de los pocos que aprecia estos bestiarios, me sugirió hace tiempo encarar la ingente labor de censar la fauna (real o fantástica) dada a conocer  por los cronistas de Indias. Y él mismo, que conoce el paño, me sugirió para abrir boca el nombre de Fernández de Oviedo.

Mira tú por dónde, hace unos días me topé con uno de los libritos que antaño regalaba el Gremio de Libreros por Navidades (en este caso, de 1992): se trataba del Sumario de la Natural y General Historia de las Indias. Luego he visto que lo más sustancial del mismo está accesible también en la Biblioteca Digital del Fondo de Cultura Económica bajo el sugerente título de Bestiario de Indias. Este es su interesante prólogo (anónimo):

PARA los ojos de un niño, todos los animales son fantásticos. La pelambre del gato, la amistad del perro, la gallina muerta de la cena y la vaca quieta de las ubres rosas pueden ser tan asombrosas como la furia del unicornio, la batalla del kraken contra el chacalote o los dos sexos de la mandrágora. Los descubridores de las Indias pudieron ver el orden de las bestias con ojos semejantes a los de un niño: todo lo que veían era nuevo y el jaguar, al tiempo que era un tigre, era mucho más.
Sobre la novedad de las bestias y sus características fantásticas hay algunos libros memorables. Dos provienen de la Antigüedad: el de Herodoto y la Historia de los animales, de Claudio Eliano. Otro inventó Tolkien y apenas difiere de los mencionados en una cosa: Middle Earth realmente es ficción. Declarar esto no tiene sentido. ¿Es más real Cipango que la California? ¿La Antártida existe pero Fantasía no? La lección la dan los niños: es fantástico cualquier país que miren ojos nuevos.
Este Bestiario de Indias recoge el testimonio de Gonzalo Fernández de Oviedo, quien vio por primera vez las aves y las bestias del Nuevo Mundo. El colibrí (pero él vio un pájaro mosco), los conejos, los zorrillos, el manatí, con objeto de su observación. Como en otros bestiarios (el de Borges o uno muy curioso, las Historias de cronopios y famas, de Cortázar), en éste resulta notable la magia de los seres comunes, magia que les viene del espirítu sorprendido que los observa. De los bestiarios el lector puede sacar una conclusión infantil: hay que tratar a los animales con cuidado, no sea que al tocarlos se nos conviertan en otra cosa.
Para transmitir a nuestros ojos el sentimiento de la novedad resulta muy útil el estilo de Fernández de Oviedo. Él era un conquistador reportando los hechos al emperador Carlos V, en un lenguaje rústico y directo. Los azares fomentan la literatura. Para nosotros, el mismo Fernández de Oviedo puede ser un escritor de fábulas que registra, en el español de su tiempo, lo que sólo ve en la mente. Decide tú lector cuál libro prefieres, el del informante o el del fabulador. En los problemas de la decisión tal vez encuentres el gusto fundamental de casi toda la literatura.



Continuará (tal vez).

[Gromov]

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