27 de abril de 2013

Las malas compañías



El Rastro, primavera del 2013



Conspiraban en las escaleras del paseo La Guinda el Editor y el mochilero Gromov. Hablaban de estas crónicas (donde ellos ya son personajes de ficción) y reconocían que el 70% era inventado y el resto, mentira. "No saben que nunca mentimos pero tampoco decimos la verdad". (El Impostor)
Con el buen tiempo todo se llena de gente y nuestra labor secreta de rescatar escritores raros y olvidados se hace cada vez más difícil.
Larsen se tiró de cabeza a la única caja de novedades, hoy, en Reto (se nota sus años de aprendizaje en el rastreo de la mano de sus maestros Mario y Tinofc). Todas las hienas se abalanzaron sobre la presa. Todo el botín se repartió a la que te jodió. Para unos las Poesías completas de Martí , Tabucchi, La caverna de G. Bueno, para otros El tigre y Paracelso de Borges, La Enciclopedia de vertebrados, Los diarios de Márai, unos grabados de Goya. No  lo olviden, todo inventado, como los crueles documentales del N. G.
Tinofc escapó de la jauría buscando los remansos del río, donde le esperaban las coplas del cantautor de Úbeda y las memorias de los exiliados.
Esta mañana todos los Ultramarinos estaban dispersos: Larsen negociando por unos carteles de cine de Antonioni y Godard. Gromov de Viaje por España con Carlos Pujol. El Pescador, en el Arroyo, con una Biografía de Bombita. El Amanuense, en el casino de Elvis, con la Historia de la fábrica de harinas  (con saco incluido) y Amor y Gallinas de Wodehouse. El Ilustrado, cargado de bolsas (no se atrevía a dejarlas en ningún sitio), deambulaba sin rumbo fijo. El Marchante, de puente y El Ultraísta vendiendo libros desastre (hay más hojas en blanco para escribir que para leer) en el rastrillo de Bembibre.
Nos juntamos en el Desguace para quejarnos de la romería de gente que peregrinaban por El Rastro. Asesorado por el clásico Gromov, el Trapero eligió La Eneida de la editorial Bruguera y, guiados por Eneas y Kant, partieron nuestra naves  hacia Cartago. La tripulación la formabamos el capitán mudo Gromov, el contramaestre Ocramalliv en la estiba, el vigía Larsen en el palo mayor y este discreto polizón, escondido con grata compañía, en las bodegas. Llegamos al puerto del Desengaño. En la única playa que podría ofrecernos la paz de las Sirenas a la incertidumbre del navegante, descansamos. El faro de Demóstenes se encendió y tras la tempestad pasada llegó la calma a nuestros corazones. El Orador nos tasó los libros a precio de amigo. El Doctor Mabuse Arenas se acercó, al ver al Ruso del pabellón 6 saltar de alegría (siempre se le  pega el dinero al bolsillo), e hizo una elegía  del siempre presente Mario.
Antes de despedirnos, Larsen nos contó la historia del poeta que recorre la  inconclusa y gran novela de Jorge de Sena, "Señales de fuego". Tinofc nos mostró las normas de cortesía a la hora de entrar a saco  en el Mondo Rastrero. "De la elegancia del caballero a la avaricia del pícaro de libros de escuela".
Recordando al malogrado Casavella y sus artículos de Elevación, elegancia y entusiasmo (estas tres palabras las podríamos grabar en el escudo de los caballeros andantes del Rastro) vimos pasar velozmente al Cuervo que con dos graznidos nos saludó. Antes de que el semáforo se pusiese en rojo y volviésemos al mundo real a desfacer los entuertos, recitamos un conjuro del poeta Sena para ahuyentar la melancolía de los solitarios.
"Si me ofrecen el mundo entero, / me quedo con sólo una ciudad, / y en la ciudad con una casa / y en la casa con una habitación/ y en la habitación con una cama / y en la cama contigo, amor mío, /  que vales más que el mundo entero.





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