19 de febrero de 2014

Las malas compañías



El Rastro, invierno del 2014



Tanto vagar por el Rastro que se nos pegan las malas mañas de los pícaros.
Tinofc y Larsen se escondían en el invernadero, la lona de plástico que cubría los libros del Lituano de la lluvia. Este invierno no da tregua. Los pocos vendedores que desplegaron, de mañana, sus carritos y bolsas estaban ya recogiendo y maldecían la secreta presencia   a la señora de las nieves.
En el Tendido coincidimos con el Amanuense y Gromov que no habían hecho caso de las predicciones del horóscopo isidoriano ni el  de Covarrubias. Como sólo teníamos un paraguas y eramos cuatro decidimos irnos al bar de la Trini. Fuimos pidiendo los cafés por orden de lista y cuando le tocó al ruso preguntó si tenían caldo de rabo de toro. La camarera nos miraba extrañada pensando si era una broma, solamente cuando vio reir a la tropa marina liberó la tensión con una carcajada. El Amanuense tiró de boletín de emergencias y le dio una posible solución a la joven: "prepárale una infusión con una pastilla de avecrén". Gromov, viendo la escritura jeroglífica del escribano en su poleskine, le pedía que no pusiera nada personal, ya que el trapero no era la persona idónea para hacer su biografía.
Mientras el docto Spasavic hablaba de los errores del blog, el Zorro plateado pedía la palabra para hablar de los libreros que había conocido en sus rondas rastreras. Por la barra del bar fueron desfilando Berna, el progresista, librero del Aleph; el primo de Freud recordó a Jose, jubilado de la mina, Chuki, el vendedor ambulante, y a Joni el tabacalero.
 El Polaco nos contó que había comprado una biblia en Reto; el Amanuense al reconocer la edición le dijo que le faltaba un tomo y que la traducción no era buena ni el papel era imperial. Los que nos movemos por estos andurriales de la quincalla y el papel mojado sabemos que si la suerte te acompaña en una buena compra no faltarán amigos que enseguida saquen todos los defectos para tengas un aterrizaje sin paracaídas. En estas lides Fray y Gromov son maestros del infortunio ajeno.
Al Trapero con la humedad le entró la curiosidad por saber algo más de los bohemios de León; nada más echar el anzuelo, picó Fernández de la casquería, que sacó del bolsillo unas hojas perdidas, donde tenía unos apuntes sacados del libro Desgarrados y excéntricos de Prada y nos dio unos datos precisos de estos parásitos de la Rúa. Nos comentó que pronto tendría en la Casquería  a los modernos de Palencia: Arconada y Lasso.
Como la nevada no cesaba alargamos la tertulia recordando las fotos de librerías de escritores que necesitaban de lupa.¡Vanidad de vanidades! !Qué vuelva Quevedo!
"Tú, (Tinofc) tendrás una de las mejores bibliotecas de poesía de la provincia después de Garnach", disparó con silenciador Gromov. El Polaco precavido se calló para otorgar y por no dar demasiados datos al lazarillo de la Pulpfotocopia.
Todos los manuales de discreción señalan que la mejor forma de romper un silencio incómodo era colgando una pregunta. "¿Os suena la editorial Lorenzana?", a nadie le sonaba excepto al de siempre: Eruditus, que empezó recordando su traducciones pésimas y lanzó un órdago diciendo la fecha de la fundación de la editorial.
Salimos de bar (borgiano) Arena sin poder aclarar la duda gromoviana: si los gigantes del Quijote podían considerarse materia de bestiario (merecería comentario aparte la bestiariofilia que padece, cada vez más acentuada, el inquilino del Pabellón).
Dimos una vuelta por la Cacharrería solamente por ver si escampaba. En el puesto de los Irreventes nos amenazaron con sacar libros serios a un euro. Vaciaba las cajas ante la desidia de los ultramarinos. Apareció un libro sobre Los secretos del whisky que hizo las delicias de Tinofc, pero prefería perder el tiempo en la destilación más que en su lectura. Gromov se lamentaba de lo caro que le había salido en el Anticuario los Artículos de Cunqueiro que se llevó Larsen por una moneda.
El Ultraísta se largaba en la furgodesván por si se cerraba el Manzanal y llegaba Michichalequines que, con la chulería de siempre, nos saludó: !Vaya día¡
La mañana terminó como terminan muchas de estas crónicas surrealistas: en el maletero del Polaco comprobando si la traducción de la biblia era de Jerónimo o de Casiodoro.
Cuando se fue Spasavic, Tinofc resoplaba: "Creí que me iba a pedir un tomo para compulsar con la edición latina que tiene en Valladolid. No dejéis de leer el artículo de El Greco y el Rastro del poeta de Manzaneda en su hemeroflexia".
 Con esta consigna polaca nos alejamos del lugar cada vez más blanco y desierto.


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