Me es muy simpático San Francisco
de Asís y por eso me alegro de que coincidan en esta entrada dos centenarios: el de
nuestros bestiarios (llegamos hoy a los 100) y el de su paso por León camino de
Santiago (eso dice la leyenda) hace justamente 800 años. A su vez, también la ciudad del Bernesga, en la que se ha celebrado hace poco un congreso conmemorativo de la efeméride, tiene una clara raigambre capuchina, con su iglesia y su parque aledaño donde destaca una estatua franciscana en la que aparece el santo con algunos animales, y que fue sufragada por suscripción popular.
Se me ha ocurrido lo anterior
al ver la cubierta del libro que encabeza estas líneas. Lo compré en el mercadillo de Valladolid
procedente del expurgo de las Hermanitas de los Pobres (que, por lo suyo que se ha visto vender al desbarate dominical, tenían una buena biblioteca). En dicha imagen, el poverello de Asís predica a los pájaros
en uno de los más famosos episodios de las Florecillas.
Pero no es esta su única
vinculación con el mundo bestiario. ¿Quién no recuerda el fiero lobo de Gubbio
amansado por obra y gracia de la bondad franciscana, que fue poetizado por Rubén
Darío?
Francisco
llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: “He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios.” ¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.
¿Y quién no asocia los navideños belenes con las amables figurillas de
la mula y el buey de nuestra infancia? Pues fue el seráfico santo quien, siguiendo
el Libro de Isaías (“Conoce el buey a
su dueño, y el asno el pesebre de su amo”), los
Evangelios Apócrifos y la tradición secular, los colocó en aquél primer Nacimiento
de Asís de 1223.
Parece ser que Francisco no
comía animales, y cuando el simple (esto es un elogio) de fray Junípero arrancó una pata a
un cerdo vivo para hacer un caldo a un hermano enfermo, le reprendió vivamente (es éste uno de los episodios más graciosos de la genial película de Rossellini sobre el “Juglar de Dios”).
Por todo lo dicho y pese a que su título haga esperar lo contrario, es extraña la ausencia de mención explícita a los animales en el célebre y
bellísimo “Canto de las criaturas” que reproducimos aquí en castellano, aunque
es mucho más evocativa la versión en primitivo dialecto italiano:
Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua,
la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad...
[Gromov, afecto a la tercera orden]