No debes adentrarte en el laberinto la edición, yo lo conozco hasta el final. He atravesado esa
noche sin fondo que extinguió toda la luz y toda la alegría de mi vida. ¡Por Dios!
Te suplico que abandones todo tipo de publicación, aborrece esa actividad como una
pasión indecente, que te puede privar (como me ha ocurrido a mi) de tu tiempo,
de tu salud, de la tranquilidad de espíritu y de la felicidad de tu vida...
Yo ya
me convertí en un mártir que deseaba suprimir la imperfección de la tipografía
y retorné purificado al mundo cuando me di cuenta de que ningún hombre ha sido
capaz de encontrar el fondo de esa noche. Pero lo hice desconsolado y lleno de
una gran pena. He viajado por todos los escollos de este infernal mar Muerto y
siempre he vuelto con el mástil roto y las velas rasgadas...
Arriesgué atolondradamente
mi vida y mi felicidad. ¿Y qué he obtenido? Los traicioneros autores, que me
han abandonado con el éxito, parco patrimonio para tanto trabajo; y el catálogo
de las varias revistas y editoriales que he levantado a pulso, un matrimonio de hecho al
que he sacrificado todo. No compensa. Déjalo, no sigas por ahí.
[Del epistolario inédito de un editor de antaño]
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