27 de mayo de 2014

Enemistades literarias: Dostoievski – Turguéniev – Tolstói


 

Las tres cumbres de la Edad de Oro de la literatura rusa se miraban entre ellas de refilón para decidir cuál era más alta.


Dostoievski – Turguéniev


Dostoievski siempre envidió de Turgueniev y Tolstói no su nobleza en sí, sino las óptimas condiciones de vida que ésta les ofrecía para desempeñar con éxito su labor literaria. Él, en cambio, siempre estuvo a la cuarta pregunta, escribiendo a matacaballo y huyendo por media Europa para enjugar sus deudas de juego (que, por cierto, alguna vez pagó con dinero prestado por Turguéniev). Y su devolución consistió en la cruel sátira que hizo del autor de los Relatos de un Cazador en el personaje del novelista Karamazinov de Los Demonios, un gigantón rubio de voz chillona que es blanco de las chanzas del díscolo “príncipe Harry” Stavroguin. El generoso Turguéniev se lo perdonó todo y le cedió el puesto de honor en los fastos del encumbramiento de Pushkin con motivo de la erección de su célebre estatua, y así acabaron sellando viejas rencillas con un cálido abrazo. Pero aquí hay vitriolo para todos: a su vez, el crítico Strájov, amigo en vida de Dostoievski, achacó a éste, ya difunto, apenas un año después de esta reconciliación, todas las taras morales de los enfermizos personajes de sus obras.


Turgueniev – Tolstói


No recuerdo el motivo (el desencadenante está en la biografía de Tolstói por Troyat, seguramente alguna rencilla partidista de occidentalistas y eslavófilos), pero éstos dos no llegaron a un duelo a fusil por muy poco.  De haberse celebrado con derramamiento de sangre, dice Ronald Hingley, no hubiéramos conocido obras como Anna Karénina y Resurrección o Padres e Hijos y Primer Amor. Se deshizo el agravio (si es que lo hubo) casi póstumamente, de  mano de Turguéniev, quien sabedor de su inminente muerte (creo recordar que de cáncer mesentérico, como la Eça de Queiroz) se dirigió por carta desde el extranjero al patriarca de Yasnaia Poliana apostrofándole de “gran escritor de la tierra rusa” y pidiéndole que no abandonase la literatura por los sermones. Al gran santón no le gustó nada la admonición.


Tolstói – Dostoievski


No se llegaron a conocer personalmente en vida (cuando invitaron a Tolstói al citado homenaje a Pushkin, declinó la oferta al saber que acudiría Dostoievski, y así se perdió la oportunidad del encuentro). Aunque sí coincidieron en alguna ocasión sus sufridas esposas, que hicieron buenas migas y se asesoraron mutuamente sobre aspectos pecuniarios relativos a las obras de sus despreocupados (en temas editoriales) maridos. 


Ambos fueron militares (más bien coyunturales) y alguien apuntó lo bien que le quedaba el uniforme al conde y lo mal que le sentaba al exconvicto de Siberia (que fue renganchado a la fuerza de soldado raso para conmutar parte de su pena, pues ya antes de la condena había llegado a ser suboficial de ingenieros). A resultas de sus experiencias, Dostoievski siempre trató a baquetazos a los militares en sus obras (suelen ser borrachuzos y procaces) mientras que Tolstói, pese a ser consciente de la inutilidad del estamento, supo dotarlo de un cierto halo de romanticismo incluso en su etapa más antibelicista (un hijo o yerno suyo que combatió en la guerra ruso-japonesa cuenta lo orgulloso que se sintió al verlo de uniforme, pese a su negación a ultranza de todo tipo de violencia).


Su estilo no puede ser más distinto y hay quien dice que no se puede estar con ambos a la vez (y no estar loco), que hay que ser de uno o de otro. Pero al morir en la estación de Astápovo, Tolstói llevaba en su mochila de prófugo un ejemplar de Los Hermanos Karamazov.


[Piero della Biondetta] 

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