7 de mayo de 2014

Contrarréplica de Avellaneda




Lejos de mi ánimo estaba el polemizar, y menos con gente de calepino y retórica tan subida,  pero aviesas intenciones entreveo en estas pocas líneas a mi persona dedicadas. No solamente por mancillar es que Avellaneda me apoda, pretende el padre de la mermada Dakovika, que a los lectores ultramarinos al leer “Avellaneda” se les colmen las mientes, por reflejo, del Manco Universal y así procura encaramarse aquél a costa mía con tamaño ardid. Si menguada es Dakovika, arrapiezo es “el cuervo”, si desabrido éste, necesitada aquella, si mustia aquella, desganado éste, que pretende abarraganarse con la rubia, aunque le sale huero. El pálido Karenino se colorea bajo mi pluma y se agranda Larsen aderezado de mi sal y pimienta. Ingrato autor es este cervantito que, lejos de gratificar a quien con su ingenio ha sacado de los derrumbaderos del olvido su obrita, le paga con aquellos aguijonazos que de seguro el mismo sufrió al enterarse de que quien esto escribe rubricaba en Papalaguinda a los Ultramarinos y transeúntes que lo solicitaban, ejemplares de La Vidriera recuperada dada a la imprenta por las buenas artes del editor Malabia.
Queda dicho.

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