—¡Libros rusos! Entonces ¿lee y escribe usted correctamente?
—Sí; con
toda perfección.
—Está bien.
¿Y cómo anda de caligrafía?
—Mi
caligrafía es excelente. En ese sentido poseo verdadera habilidad. Puedo jactarme
de ser un calígrafo. Deme recado de escribir y se lo probaré en el acto — dijo
el príncipe con vehemencia.
—Celebraré
que lo haga. Lo considero esencial. Me agrada su interés en demostrármelo,
príncipe. Es usted muy amable.
—Tiene usted
un magnífico material de escritorio. ¡Cuántas plumas y cuántos lápices y qué
admirable papel, grueso y resistente! También su despacho es muy hermoso.
—¡Oh! —exclamó examinando la muestra
caligráfica que el príncipe acababa de presentarle —. ¡Esto es un modelo de escritura!
¡Y un modelo muy poco corriente! Mira qué destreza caligráfica tiene el
príncipe, Gania.
Michkin
había escrito sobre una gruesa hoja de papel vitela la siguiente frase, trazada
en caracteres rusos de la Edad Media:
«El humilde
igúmeno Pafnutí ha puesto aquí su firma.»
—Esto —explicó
Michkin con alegre animación —es la propia firma del igúmeno Pafnutí, tornada
de un manuscrito del siglo catorce. Todos esos igúmenos y metropolitanos de
antaño firmaban perfectamente y a veces con mucho gusto, con un minucioso
esmero... ¿No posee usted, general, la colección de Pogodin? Luego he
reproducido otro tipo de escritura: la letra grande y redonda usada por los
franceses el siglo pasado. Algunas letras no tienen siquiera la forma de las de
hoy. Ésta era la letra habitual de los hombres de negocios y de los escribanos.
El modelo que me ha servido de muestra procede de uno de ellos. Y usted
convendrá que no carece de cierto mérito. Mire que a y que d tan redondas. He
trasladado los caracteres franceses a los tipos rusos, lo que es bastante
difícil. Pero he logrado hacerlo. Observe esta otra y original escritura: la
frase que dice «la perseverancia a todo lo vence». Es la escritura rusa normal, la de los escribanos profesionales y
de los funcionarios militares. Así se escriben los documentos oficiales que han
de dirigirse a personajes de importancia. Las letras son redondas también y el
trazo grueso, pero de un gusto notable. Un calígrafo rechazaría estos adornos,
o mejor dicho, estas insinuaciones de adornos. ¿Ve usted esas a modo de colas
inacabadas? El conjunto tiene cierto sello propio, que delata el carácter del
escribiente; quisiera dar rienda suelta a su fantasía, obedecer a las
inspiraciones de su talento; pero un militar no conoce más que su consigna, y
la pluma, esclava de la disciplina, se detiene a medio camino. ¡Es delicioso!
Cuando, recientemente, pude ver un trozo de esa escritura, quedé admirado. ¿Y sabe
dónde la casualidad hizo que la encontrase? ¡En Suiza! Ésta es la letra inglesa
normal. Aquí la elegancia no puede ir más lejos: todo es exquisito, encantador,
perfecto. Vea una variante: una escritura mixta cuyo modelo me procuró un
viajante francés. En el fondo es la misma letra inglesa, pero los trazos gruesos
aparecen un tanto más acusados y los óvalos, compruébelo, sugieren cierta
modificación: tienden a ser más redondos. Esta escritura admite los floreos,
que son lo más peligroso de la caligrafía. El floreo exige un gusto extraordinario,
pero si se consigue se obtiene una letra que desafía toda comparación y que le
enamora literalmente a uno.
— ¡Cuánto ha
profundizado usted el tema! —dijo el general, riendo. Verdaderamente, amigo
mío, no es usted un mero calígrafo: es un artista.
[Gromov]
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