No hace mucho, en un Bestiario quijotesco sobre
insultos y baldones, se comentaba que los cruzados entre Cervantes
y Avellaneda daban para una tesis doctoral. No sólo eso: sobre la identidad
real del pretendido tordesillano también andan a la gresca unos
cuantos plumillas universitarios, cada cual queriendo imponer su candidato.
Y por si fuera poco quilombo el que
se ha montado con la estela quijotesca, ahora nos sale una nueva trifulca que
sigue el mismo patrón que la de hace justamente 400 años. Desde hace una semana
venimos observando perplejos unos tintes cada vez más enconados por un
quítame allá esas letras: las de Bruno Marcos, autor de la cojueliana novela Dakovika, cuyas regocijantes addendas de mano del Amanuense (valga la
rebuznancia) han dotado a la obra de insospechadas dimensiones.
Permanezcan atentos a sus
pantallas: si lo anterior fue bueno, lo mejor queda por venir.
[Piero della Biondetta, a la expectativa]
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