14 de mayo de 2014

Ripios Ultramarinos





“El ruso sólo tiene ingenio después del golpe”, dice Gogol en Las Almas Muertas. Cierto es, como también que “quien da primero, da dos veces”. Y yo me he llevado ya tantos mojicones que prefiero tomar la iniciativa a esperar que otro lo haga, y que sólo me quede el consuelo de una frustrada mordacidad ex post

Porque esto que sigue lo habría hecho Tinofc mucho mejor y con más gracia que yo, pero se ha demorado demasiado y dejó escapar su oportunidad. De hecho, fue él mismo quien me sugirió hablar con el decano del Rastro sobre el autor de los finiseculares Ripios Ultramarinos que compró en Cadórniga el Enciclopedista (a quien, más que éstos, bastante destartalados, interesaban otros, los Geográficos) y que me permitió fotografiar.
 

Pues bien, su autor, el leonés de Antonio de Valbuena (1844-1929), alias “el Melladín de Pedrosa” ya había tenido experiencias anteriores de crítica literaria cuando le llegó por correo, procedente de los países caribeños, un cartapacio con recortes de prensa que contenían diversos poemas publicados en periódicos de marallende.



Nos lo imaginamos mientras los leía, relamiéndose de gusto y afilando sus colmillos de lobo cerval (éstos, sin mellar; lo de su apodo era por una cicatriz en los labios). A resultas de lo cual publicó este libro, del que damos cubierta y contra, índice, prólogo y uno de sus capítulos, escritos todos ellos tajando la pluma con escalpelo.







Pensándolo bien, este furibundo carlista, antiacadémico a machamartillo, a nosotros también nos hubiera despellejado.

[Gromov]   

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