25 de junio de 2014

Anotaciones


Los libros del abogado
 


[Ha aparecido en el Rastro una partida de libros profusamente subrayados y anotados; tanto, que son casi ilegibles.]


Amanuense: Por la firma y alguna factura del bufete entre las páginas, parece ser que fueron de un abogado…

Larsen [tomando una foto]: Pues los ha machacado a conciencia, es casi algo compulsivo.  Esto es típico en los libros infantiles y escolares, pero no en estos…

Tinofc: No me gusta anotar los libros. Alguna vez he comprado alguno así, bueno, no tanto, sino con algunas notas marginales que no entorpecían el texto, y es como si se pudiera leer en el alma de su antiguo dueño.

Gromov: Eso le ocurrió a la heroína de Pushkin con Eugenio Oneguin. En la novela se nos cuenta cómo éste, al no tener una pluma a mano en sus lecturas durante los paseos campestres, señalaba mediante incisiones con sus largas uñas las partes de los textos que más afines eran a su espíritu romántico. Y así, al prestar luego los libros de su biblioteca a Tatiana, le daba también a conocer a ella sus más íntimos pensamientos.

Amanuense: A mí me gustan los libros con amplios márgenes para anotar: es lo que confiere individualidad a un ejemplar. Pero entonces no lo presto.

Tinofc: Sobre el tema de los márgenes he leído algo curioso, y es que Napoleón, que era un ávido lector, en campaña llevaba una biblioteca de libros de todo trote y guillotinados casi a ras de texto para no cargar con peso superfluo. Pero en París, y luego en Elba y Santa Elena, tenía ediciones pulcramente encuadernadas y anotadas al margen.

Gromov: El último teorema de Fermat también fue una apostilla marginal a un libro de Diofanto sobre ecuaciones… [Abucheos] Vale, vale, me callo, ya veo que las matemáticas no interesan.

Amanuense: Al contrario, y os diré por qué tienen mucho que ver. Algunos libreros de viejo, en la última página de respeto del libro, escriben a mano en código lo que les costó y lo que pedirán por él. Por ejemplo, a cada letra de la palabra “manuscrito” corresponde un dígito “1234567890”. De esa manera el cliente ve un jeroglífico incomprensible de letras y se queda ayuno de los tejemanejes que le dan plusvalía al libro.

Larsen: Pues yo no mancho los míos ni para ponerles mi nombre o la fecha. Y para mis anotaciones, de cada uno tengo un cuaderno de lectura.

Gromov: Ahora entiendo por qué compras libretas y pseudo-moleskines a espuertas. ¡Es que por un lado tenemos a Larsen y su biblioteca de libros, y por otro a Minilarsen y su minibiblioteca de poleskines!


Proyecto de minibiblioteca de Minilarsen


 [Spasavic]

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