29 de junio de 2014

De Conversaciones Mantenidas, Oídas O Robadas En Librerías De Viejo





De Conversaciones Mantenidas, Oídas O Robadas En Librerías De Viejo, Donde Lo De Menos Son Las Librerías.

Apariciones

Tengo que decir que no creo en entelequias, pero tampoco creo en las casualidades. Un día no muy lejano me encontraba en una céntrica librería de viejo madrileña. Ya había escudriñado las estanterías bajas y me encontraba fisgando las estanterías altas. Llevaba un buen rato con el tomo II de las Mil y una Noches de una bonita edición romántica en la mano y buscando al descarriado I cuando sonó la campanilla chivata de la puerta. Por acto reflejo miré a ver quién entraba. Por lo pintoresco del personaje me lo quedé mirando un poco más de lo que el decoro recomienda. Se dirigió a mí y con una amplia sonrisa que dejaba ver un canino de oro me saludó:

- Buenas  tardes paisa. Yo vendo libros buenos, ¿tú interesa?

Yo seguía mirando al personaje y todavía no había procesado bien la pregunta por tener la mente ocupada montándome la película con el sujeto. Por unos instantes pensé que se había escapado del tomo que tenía en la mano. De mediana estatura, enjuto, vestido con una chilaba a rayas verticales  negras y grises, con sandalias de cuero que dejaban a la intemperie unos dedos con las uñas pintadas, barba de varios días, pelo negro ensortijado y un palito redondo y delgado en la boca que parecía tener vida propia. En la mano derecha una atiborrada bolsa de plástico de El Corte Inglés. ¿De dónde sería?, ¿de dónde vendría?, ¿qué buscaría en la librería?...cuando caí en la pregunta que me había formulado segundos antes. Me disponía a hablar cuando se me fueron los ojos al contenido de la bolsa. No sé porqué disparatada asociación de ideas pensé que allí se encontraría el tomo I que estaba buscando, pero lo que se dejaba ver eran gruesos libros encuadernados en piel, con los cortes amarmolados. Tenían buena pinta. Parecían de principios del XIX. La intuición me avisaba, podían ser buenos. 

- ¿Tú interesa?, son buenos, eran de primo mío de Mililla…

Quise poner cara de interés, pero no demasiado, como siempre que barrunto dividendo, y le hice señas con la cabeza al de la chilaba indicándole la puerta. No sé qué cara me salió, pero el moro me miraba de forma rara. Por su expresión vi que no me entendía, por lo que insistí en las señas, ahora de forma más explícita señalando con el índice la puerta. El palito detuvo su danza entre los labios apretados y una sombra de mosqueo pobló el hirsuto entrecejo. Estaba claro que no entendía mi lenguaje gestual. Me arriesgué y me disponía a hablarle pero…

- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?

Los dos nos quedamos mirando al librero que acababa de salir de la trastienda. Me hice el loco y diciendo adiós al negocio frustrado seguí buscando al travieso tomo I. El moro se encaminó hacia el librero echándome una oscura mirada. 

- Buenas  tardes paisa. Yo vendo libros buenos, ¿tú interesa?

Puedo asegurarles que yo no quería, pero mis piernas, por libre, se movieron un poco hacia donde estaban moro y librero.

- Bueno, depende. A ver qué trae, póngalos en el mostrador por favor.

Mirando de soslayo, contemplé cuatro gruesos tomos, muy bien conservados, con los tejuelos muy rojos, sobre la meseta de madera. El librero con cara de palo:

- A ver… sí son las Siete Partidas… la edición de Bergnes. Sí, son buenos libros. ¿Cúanto pide por ellos?

- Yo barato, libros muy buenos, dosientos Euros.

- ¿Cómo? Le daría trescientos si estuviera la obra completa, pero le faltan tomos. Lo más que le daría por estos cuatro son cincuenta Euros.

- Poco diniero. Libros muy buenos, muy bien, muy antiguos pero nuevos, eran de primo mío de Ceuta. Él cuida muy bien libros, tú poco diniero.

- Ya le digo, si estuviera completa le pagaría trescientos Euros pero la obra está incompleta.

- No, no incompleta, tu mira, aquí pone en espalda de libro. Mira, este 1, este 2, este 3 y este 4. No falta. Libros todos. Libros bien.

- Si, pero faltan el 5 el 6 y 7. Mire, ¿sabe leer español?

- Sí, yo aprendí en escuela en Mililla

- Pues mire, ¿qué pone aquí? (El librero le enseñaba la hoja de título del tomo I) Ve, las Siete Partidas, faltan pues tres libros.

Rápido de reflejos el vendedor contestaba:

- Pero yo traigo de primo mío de Almiría que tiene más, semana que viene.

Después del reglamentario tira y afloja se realizó la transacción por un importe bastante más cercano a las pretensiones del librero que a las del moro, eso sí, con la promesa de éste de traer los tres libros que faltaban, que los tenía su primo.

Hecho el arreglo el moro se dispuso a salir y al pasar junto a mí nos miramos. No sé si por la luz tamizada de la librería (la misma de todas las librerías de viejo) pero juraría que los ojos habían virado a color amarillento y la barba había tornado en perilla de chivo.

Volvimos a quedarnos solos el librero y yo. El librero anotando a lápiz en los libros recién adquiridos y colocándolos en un anaquel y yo buscando el esquivo tomo I de las Mil y una Noches. Aunque ya me imaginaba lo que me iba a encontrar, sólo por corroborarlo, cogí el cuarto tomo de las Siete Partidas. En las primeras páginas rezaba así: Aquí comienza la Setena Partida deste nuestro libro.

Después de un tiempo al fin encontré el libro descabalado. Al pagar no pude dejar de pensar en la maniobra del librero y me lo imaginaba empleando la misma estrategia a la hora de adquirir los dos tomos de la Mil y una Noches. Iba pensando en las artimañas que se emplean en esto de la compraventa libresca cuando al salir del establecimiento, justo delante de la puerta, me tropecé, mejor dicho, pisé una especie de croquetas marrones. No podía creer lo que estaba viendo… y pisando. Eran auténticas boñigas de camello. Les puedo asegurar que sé de qué les hablo, pues no en vano me pasé un verano en Lanzarote, en mi época estudiantil, trabajando en un complejo turístico en el que uno de los principales atractivos eran los paseos a camello.


[El amanuense]


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