14 de junio de 2014

Las malas compañías




El Rastro, primavera de 2014





En el arroyo encontramos a Gromov y a Larsen negociando por unas carpetas (muguruza, según el Docto Spasavic) de serigrafías de un artista cotizado: Jorge Cabezas. Gracias a la habilidad en el regateo del ruso lograron un descuento que les sirvió para pagar unas Crónicas de Castelao y una Biografía del padre del esperpento. El cartonero nos prometió más obras para la próxima semana, pero el precio no iba a ser el mismo porque esas estaban pintadas. A nuestra vera el polaco revisaba una cuidada edición de Janés (Los libros de nuestro tiempo), con la devoción del farero.

En la bodega del ceramista unas cajas de Rioja se apilaban entre la chatarra. El maletilla Bombita les aconsejó que antes de comprar sería bueno probar el vino para ver si no estaba picado. Abrieron una botella que se ventilaron en un pis pas los Ultramarinos. Gromov pedía un taquito de queso para que entrase mejor el caldo alavés. El trapero, presumiendo de bodeguero, (Ultramarinos, su denominación de origen, acaba de sacar al mercado Quincalla) les comentaba que sin decantador ese reserva no se apreciaba bien, y si encima vendían las botellas a 18 euros, todos iban a pasar sed.
Animado por la musa del espiritoso, el Amanuense se compró los restos de la galería Muguruza. Las carpetas, para la artista de la familia y las serigrafías, para colgar en el salón de la Villa Toral.

Después de tres meses vimos acurrucado entre unos aperos de labranza en la farola de Corrientes a Di Pinto; con su humor porteño nos comentó que había estado en el taller pasando la ITV, pronto volverá con buen material.
En la Casa museo, Frida catalogaba los libros que le pasaba Rivera; abría la página donde estaba la fecha de impresión y con unas tablas de años/precios que sacó del bolso de la bata deducía su valor. "Éste es de mi 1880, aquí pone (tablas) 30 euros".
En el tendido 7 debajo de un plátano el ruso y Larsen hablaban de la presentación de la antología Raros del Tiempo. El estepario quería saber más detalles del pomboevento, pero el trapero decía que todo estaba en el aire porque los poetas eran muy volubles. Soltamos la liebre (hicimos un simulacro de salir a la búsqueda de algo) y el lebrel polaco se puso en guardia levantando las orejas y el rabo y salió escopetado detras de los farsantes.

A falta de libros empezaron los monólogos ultramarinos (por falta de espacio más que por el interés, señalaremos alguno): Tinofc  empezó hablando de las artes de la encuadernación, Avellaneda nos dio la fórmula para borrar la tinta de los pergaminos: agua, fairy y vapor de la ducha; Gromov nos explicó sus deseos de aprender el oficio de encuadernador y montar el taller en una esquina del templo de Salomón y El Docto Spasavic nos aclaró con lengua vinicoloperina que la palabra libraire significaba biblioteca y no librería.
El Rastro, como un maestro de escuela jubilado, nos enseñó en esta mañana algunas palabras y expresiones que sólo se aprenden en este suburbio: muguruza, clavar la biblioteca, Chicharro,  a diente de león y a dejarse irse cuando todo el pescado está vendido.


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